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sábado, 3 de junio de 2017

VEJEZ, Carlos Rodolfo Ascencio Barillas, El Salvador

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VEJEZ


Los inviernos pasaron con sus nieves, canos,
y mis ojos nebulosas golondrinas adormecidas,
y en mi vejez humillado en la crueldad indiferente
que me impone la gente víctima de dolor, y desprecio
y he esperado, esperando con el corazón marchito
la mirada destrozada con mi despotrica  senectud
sigo esperando con la esperanza de tu alerto recio
y los sueños que se disipan en mi almohada,
siempre quise ver más allá de mis oscuridades
y nunca pensé que los años acumularan tanta pena          
y llegar a la vejez el alma herida  un rayo truena
y las flores de tu boca mi aliento enaltece.
Soy montaña de los inviernos que permanece
un día como ayer la ilusión también  envilece        
para que quiero la vida que al final  entristece
¿Por qué el hombre nació para volver a morir?
no basta vivir, multiplicar, llorar y sufrir
en los mares, en la peñas y en los torbellinos,
cuando, yo quiero redimir la  oscuridad de mis pupilas
y el pecado que la sonrisa dibuja mis ocasos
Nunca pensé llorar en el presentimiento de mi vejez                                                                            ¿quiero morir, quiero gritar, soñar en mi atardecer?
¡Donde está el Hombre? ¿Dónde están sus sueños?                       
¿Dónde está la paz?  ¿Qué fue del sol ferviente?
De que nos sirve la vida consiente que nos despoja
si muere la fe en el lecho moribundo de la mirada hiriente
se va con la soberbia y el orgullo en pos de la tumba fría
y de los atavíos unidos a las revelaciones venideras,
¿Quién escuchara el tormento de mi voz furibunda?
¿Quién se acordará de mis inciertas compulsiones?
¿ y de aquellas cuitas que lloraron con mi alma?
¿Dónde estará la juventud de mi luna azul?
¿Dónde está mi enfadadísima madre que me vio nacer?
¿Dónde está mi queridísimo padre que me engendró?
Todo pasó en un día, nacieron y expiraron,
florecieron y se marchitaron los altos robles de mi porfía
derribadas las piedras se quedaron en el río
la casa  quedo solitaria, y los viejos recuerdos
se olvidaron junto al brillo de las estrellas,
solo quedó el despojo que se llevan los cementerios
y las fúnebres flores que gritan el silencio de mi garganta
es una vejez despótica, y que lentamente va pujando
cual si fuera Longino con la lanza en el costado de odio
caminando hacia el sepulcro de las olvidadas voces
con la suerte que el agua vierte para despertar
en el infinito laberinto de la muerte.
                                                              
© CARLOS RODOLFO ASCENCIO BARILLAS, poeta y escritor salvadoreño
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA



1 comentario:

  1. Como descripción poética del estado de madurez...¡obra maestra!!!!
    Como estado anímico, imperdonable. La vida es bella, asumiendo las consecuencias de los años, las arruguillas y las canas....Solo es aconsejable para sobrellevarla, optimismo, control médico y resignación inteligente ...!

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