Imagen de: Shoshan
MONEDA CORRIENTE
Al
mediodía el sol cae como si quisiera pisarnos. Potente, deslumbrando rostros,
arrugas y modelos a seguir.
En
el ángulo de la pared antigua asoma una membrana plateada del techo aledaño que
refleja otros soles. Debajo la lavanda en flor tiñe de lilas intensos el
pequeño patio. Ella está sentada en el banco de hierro llorando vidas.
Los
pozos de revoque grueso tienen tierras, algún aborigen perdido y una luna para
cambiar por el sol esta noche. En el cielo, el fresno dorado de otoño se agita
levitando. El cielo es celeste como su
nombre. Una enredadera de historias plantada en otro siglo arremete contra la
pared y sus dueños. Ella cruza los pies, no las piernas, solo los pies con un
movimiento corto y certero, tal vez para no salir volando.
En
la galería un gato se estira. Otros sillones esperan. Una mesa tendida de
comidas ajenas espera. Las maderas de ainchico se cruzan con vigas y se
abrazan. Las columnas sostienen. Y en el escalón prima el cuidado y la
paciencia. Las puertas ventanas abiertas de par en par dejan verla escena
interior. El reloj de pinotea marca el ritmo de la casa, vacía ya. Ella mira y
una lágrima recién parida rueda por su falda, es una lágrima roja, de pérdidas
entrañables y de algún encuentro.
El
ángulo de luz de la pared cambia a cuarenta y cinco grados. Es entonces que
aparece debajo la tierra infértil y seca con piedras puntanas en su seno.
Una
lagartija anuncia que todo pasa, y repta a un nuevo encuentro. La burguesa
moneda rueda en la falda y ella levanta la vista, solo es moneda. La deja caer
entre las piedras de su suelo gris.
En
el interior la quietud posterior a la ausencia causa escalofríos. Un mueble
rechina y el gato salta de su siesta temprana.
Ella
sigue quieta, entumecida, tal vez se halle en otro espacio y otro tiempo. En
alguno donde las fechas no duelan.
©SOLEDAD VIGNOLO, poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
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