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CONGO EN EL ECUADOR
(RD Congo de Gabriella Bianco 2005)
A todos los
jóvenes de África,
que en sus
sonrisas esconden con gracia
la miseria,
la humillación y el incierto futuro...
¡Que puedan
adueñarse de su propio destino,
contra la
historia y el despojo salvaje!
Quien hizo la guerra, en el Congo, en
Ruanda, en Uganda,
saqueando, violentando, humillando,
ahora vuelve derrotado...
...en la cercanía del pueblo, encuentra
a la gente y no se atreve
a contestar las miles preguntas y los
silencios impiadosos.
Lacerado y cansado, se para en el umbral
de su casa destrozada,
la mujer violentada, los hijos
dispersos, el vecino petulante
aniquilado por la furia salvaje de una
ansia homicida,
inexplicable a los vivos.
Huyendo al infame juramento de aniquilar
al hermano,
allá en la frontera han pasado de a
miles, el terror de
demasiada violencia impreso en la cara y
en el corazón,
sin más lágrimas por el largo
sufrimiento.
En el tórrido Ecuador, las aguas calmas
del río Congo y las altas
hierbas indiferentes, no alivian el
dolor de tantas vidas quebradas...
El miliciano vencido lejos de su casa,
anhelaba noticias...ahora a su
hijo soldado no se atreve preguntar
nada, sólo se apoya a sus frágiles
espaldas, hambriento y ausente...
Marchaba Kabila con sus mercenarios,
recorriendo en orden esparcido
las millas que lo separaban de la
capital. Vencido al tirano, los soldados
llegaron a las caducas puertas de la
ciudad, invadiendo las calles
hormigantes, los fétidos mercados, las
chozas ennegrecidas por el fuego
de la mísera comida.
Irrumpió la guerra en la llanuras
soleadas del Este y del Oeste y ahora
nadie reconstruye la casas y las calles,
los pueblos de paja y abobe, para
saciar el hambre de los niños y de los
viejos, atormentados por las penas
y el sufrimiento, para dar confianza en
un futuro de paz, bajo la lacerada
bandera de un país devastado.
Se alternan los poderosos a las mesas de
los concordatos y soldados de paz
se agolpan en los senderos inconexos con
poderosas máquinas de guerra...
mientras en las llanuras las hierbas
crecen más altas en cada temporada y
en cada ciudad, con los pies cansados y
deformados, la gente camina por horas
en búsqueda de pan, de trabajo, de un
techo...
La gente se encuentra y se choca, en un
bullicio infinito de cuerpos, de olores,
de fetideces, de pobres cosas llevadas sobre las espaldas encorvadas...se
llega
a la noche más cansados y hambrientos
que por la mañana... mañana, todo
re-empezará, pero ahora, en los arroyos
de la lluvia nocturna, apretados en los
lechos nupciales, se hacen otros hijos
que nadie saciará.
El Congo fluye lento y solemne a través
de la selva, que pronto, demasiado
pronto, resonará por las sierras de los
rapaces mercaderes del mundo,
llevándose la riqueza y dejando a esta
población más pobre y más olvidada...
...mientras la piragua fluctúa leve e
insegura, desafiando la implacable corriente,
en las calles hasta el mercado se traen
pobres mercaderías en la cabeza y las
mujeres, vestidas de sus paños
coloreados, se asemejan a las reinas...
El ansa marrón del río surca la ciudad
arrasada, la antigua belleza resquebrajada
en un polvo rojo que, en las altas
hierbas y atrás de toldos sucios, esconde sus
secretos de fuegos y magias, en su
historia violentada.
¿Y tú, peregrina del mundo, mirando el
gran río que fluye en la noche, ¿cuál meta
persigues? ¿Qué te asemeja a esta
humanidad que camina a pasos lentos y cansinos,
como quien no sabe adónde ir?
La mente persigue la paz en esa ampolla
de agua, en esa sonrisa de niño de los
ojos sonrientes y el vientre hambriento,
en las caras arrugadas de los viejos, en
el saludo que resuena respecto o desafío
en las esquinas de cada calle.
Esta África que muere día tras día,
tiene en sus entrañas una fuerza vital telúrica.
En los tam tam del día y de la
noche, en los ritos y en los inciensos de las iglesias
de Occidente, irrumpe las ganas de vida,
de danza, de sonidos, de ritmos dulcísimos
y tiernos de un alma antigua y sin
tiempo.
No existe el mañana y el tiempo de hoy
se consume en el canto, en el ondear
de las cinturas sinuosas, en el batir
rítmico de las manos, en los cantos gregorianos
que llegan desde la edad media en la
cual estamos inmersos, en las voces
celestiales que parecen nacidas para
esto.
La historia, son otros a hacerla;
nosotros aquí, en esta iglesia agolpada y desbordada
de pobre gente vestida con la ropa de la
fiesta, en los saludos apenas aludidos,
en las manos que se estrechan en cálidos
abrazos, cantamos por horas la fe en un mundo
que quizás vendrá, donde por fin
nuestras penas de todos los días se hagan más leves...
...en la Eternidad estaremos juntos en
la Gloria. Allí, la eternidad seremos nosotros a
hacerla, los pueblos andrajosos e
afligidos, los pueblos vencidos...
Tengo que dejar estos lugares: el cielo
descarga montañas de agua, que
en oscuros arroyos se llevan al río, las
epidemias todavía no estalladas.
Pensaré en ti, en la luna alta en el
cielo, en la nube fluctuante, en cada palmera
que se estalla en el cielo, en cada ansa
blanca de río, oh África.
Y tú, acuérdate de mí en la hora del
amanecer, pequeño amor de la piel de ébano...
Mientras estrechamos nuestras manos para
despedirnos, sabemos que no es un adiós...
He vivido acá, lo largo del rio Congo, y
muchas veces lo he recorrido en frágiles
piraguas, buscando la incierta ribera
cuidadosamente.
Hemos acercado nuestros barquitos y
hemos visto con asombro que veníamos de
la misma ciudad. Hemos descubierto con
alegría que vivíamos ahí desde siempre,
cerca la pesquera donde se seca y se
ahúma la tilapia, para llevarla a mercados
lejanos, ahí a Kinshasa, después de días
de inciertos y peligrosos viajes.
Nos hemos preguntado: ¿No nos hemos
conocido antes? y nuestras respuestas
se han entrelazado con los cantos de
África que vive. Apoyados en la almohada
que huele a humo e incienso, escuchamos
las aguas solemnes y las altas cimas
de los arboles seculares que suspiran
por el deseo.
¡África, ningún incendio te destruyera!
Una y otra vez vibraran en el viento tus
canciones. Los tam tam resonaran
en las noches oscuras: nos re-encontraremos
pronto, lo sé. Por eso siempre pregunto:
¿Qué día es? ¡Es el día de África
que sonríe, de África que vibra, de África
que ama, de África que renace!
© GABRIELLA BIANCO, poeta y escritora
italiana
PRESIDENTE DE ASOLAPO
ITALIA
Es lacerante ,destroza el alma,oprimen nuestros corazones lo que leemos... No es solo literatura de palabras inventadas, sabemos que ocurre a diario en lejanas y cercanas tierras, que la crueldad del ser humano, no tiene fronteras,que algo incide para que esto siga sucediendo...Y los caminos de la desesperanza, cada vez se oscurecen , se ensanchan y destruyen al indefenso ser humano!
ResponderEliminarBellísimo y pleno de verdades muy hondas. Me encantó, Gabriela. Me has conmovido con tu versar. Un abrazo fraterno desde Argentina.
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