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jueves, 24 de marzo de 2016

CONGO EN EL ECUADOR, Gabriella Bianco, Italia


Imagen de: viajar.periodico.com


CONGO EN EL ECUADOR
                                                        
 (RD Congo de Gabriella Bianco 2005)

                                  
                                   A todos los jóvenes de África,
                                   que en sus sonrisas esconden con gracia
                                   la miseria, la humillación y el incierto futuro...
                                   ¡Que puedan adueñarse de su propio destino,
                                   contra la historia y el despojo salvaje!


Quien hizo la guerra, en el Congo, en Ruanda, en Uganda,
saqueando, violentando, humillando, ahora vuelve derrotado...
...en la cercanía del pueblo, encuentra a la gente y no se atreve
a contestar las miles preguntas y los silencios impiadosos.

Lacerado y cansado, se para en el umbral de su casa destrozada,
la mujer violentada, los hijos dispersos, el vecino petulante
aniquilado por la furia salvaje de una ansia homicida,
inexplicable a los vivos.

Huyendo al infame juramento de aniquilar al hermano,
allá en la frontera han pasado de a miles, el terror de
demasiada violencia impreso en la cara y en el corazón,
sin más lágrimas por el largo sufrimiento.

En el tórrido Ecuador, las aguas calmas del río Congo y las altas
hierbas indiferentes, no alivian el dolor de tantas vidas quebradas...
El miliciano vencido lejos de su casa, anhelaba noticias...ahora a su
hijo soldado no se atreve preguntar nada, sólo se apoya a sus frágiles
espaldas, hambriento y ausente...

Marchaba Kabila con sus mercenarios, recorriendo en orden esparcido
las millas que lo separaban de la capital. Vencido al tirano, los soldados
llegaron a las caducas puertas de la ciudad, invadiendo las calles
hormigantes, los fétidos mercados, las chozas ennegrecidas por el fuego
de la mísera comida. 

Irrumpió la guerra en la llanuras soleadas del Este y del Oeste y ahora
nadie reconstruye la casas y las calles, los pueblos de paja y abobe, para
saciar el hambre de los niños y de los viejos, atormentados por las penas
y el sufrimiento, para dar confianza en un futuro de paz, bajo la lacerada
bandera de un país devastado.

Se alternan los poderosos a las mesas de los concordatos y soldados de paz
se agolpan en los senderos inconexos con poderosas máquinas de guerra...
mientras en las llanuras las hierbas crecen más altas en cada temporada y
en cada ciudad, con los pies cansados y deformados, la gente camina por horas
en búsqueda de pan, de trabajo, de un techo...

La gente se encuentra y se choca, en un bullicio infinito de cuerpos, de olores,
de fetideces, de pobres cosas  llevadas sobre las espaldas encorvadas...se llega
a la noche más cansados y hambrientos que por la mañana... mañana, todo
re-empezará, pero ahora, en los arroyos de la lluvia nocturna, apretados en los
lechos nupciales, se hacen otros hijos que nadie saciará.

El Congo fluye lento y solemne a través de la selva, que pronto, demasiado
pronto, resonará por las sierras de los rapaces mercaderes del mundo,
llevándose la riqueza y dejando a esta población más pobre y más olvidada...

...mientras la piragua fluctúa leve e insegura, desafiando la implacable corriente,
en las calles hasta el mercado se traen pobres mercaderías en la cabeza y las
mujeres, vestidas de sus paños coloreados, se asemejan a las reinas...

El ansa marrón del río surca la ciudad arrasada, la antigua belleza resquebrajada
en un polvo rojo que, en las altas hierbas y atrás de toldos sucios, esconde sus
secretos de fuegos y magias, en su historia violentada.


¿Y tú, peregrina del mundo, mirando el gran río que fluye en la noche, ¿cuál meta
persigues? ¿Qué te asemeja a esta humanidad que camina a pasos lentos y cansinos,
como quien no sabe adónde ir?

La mente persigue la paz en esa ampolla de agua, en esa sonrisa de niño de los
ojos sonrientes y el vientre hambriento, en las caras arrugadas de los viejos, en
el saludo que resuena respecto o desafío en las esquinas de cada calle.

Esta África que muere día tras día, tiene en sus entrañas una fuerza vital telúrica.
En los tam tam del día y de la noche, en los ritos y en los inciensos de las iglesias
de Occidente, irrumpe las ganas de vida, de danza, de sonidos, de ritmos dulcísimos
y tiernos de un alma antigua y sin tiempo.

No existe el mañana y el tiempo de hoy se consume en el canto, en el ondear
de las cinturas sinuosas, en el batir rítmico de las manos, en los cantos gregorianos
que llegan desde la edad media en la cual estamos inmersos, en las voces
celestiales que parecen nacidas para esto.

La historia, son otros a hacerla; nosotros aquí, en esta iglesia agolpada y desbordada
de pobre gente vestida con la ropa de la fiesta, en los saludos apenas aludidos,
en las manos que se estrechan en cálidos abrazos, cantamos por horas la fe en un mundo
que quizás vendrá, donde por fin nuestras penas de todos los días se hagan más leves...

...en la Eternidad estaremos juntos en la Gloria. Allí, la eternidad seremos nosotros a
hacerla, los pueblos andrajosos e afligidos, los pueblos vencidos...

Tengo que dejar estos lugares: el cielo descarga montañas de agua, que
en oscuros arroyos se llevan al río, las epidemias todavía no estalladas.
Pensaré en ti, en la luna alta en el cielo, en la nube fluctuante, en cada palmera
que se estalla en el cielo, en cada ansa blanca de río, oh África. 

Y tú, acuérdate de mí en la hora del amanecer, pequeño amor de la piel de ébano...
Mientras estrechamos nuestras manos para despedirnos, sabemos que no es un adiós...
He vivido acá, lo largo del rio Congo, y muchas veces lo he recorrido en frágiles
piraguas, buscando la incierta ribera cuidadosamente.

Hemos acercado nuestros barquitos y hemos visto con asombro que veníamos de
la misma ciudad. Hemos descubierto con alegría que vivíamos ahí desde siempre,
cerca la pesquera donde se seca y se ahúma la tilapia, para llevarla a mercados
lejanos, ahí a Kinshasa, después de días de inciertos y peligrosos viajes.

Nos hemos preguntado: ¿No nos hemos conocido antes? y nuestras respuestas
se han entrelazado con los cantos de África que vive. Apoyados en la almohada
que huele a humo e incienso, escuchamos las aguas solemnes y las altas cimas
de los arboles seculares que suspiran por el deseo.

¡África, ningún incendio te destruyera! Una y otra vez vibraran en el viento tus
canciones. Los tam tam resonaran en las noches oscuras: nos re-encontraremos
pronto, lo sé. Por eso siempre pregunto: ¿Qué día es? ¡Es el día de África
que sonríe, de África que vibra, de África que ama, de África que renace!

© GABRIELLA BIANCO, poeta y escritora italiana
PRESIDENTE DE ASOLAPO ITALIA







2 comentarios:

  1. Es lacerante ,destroza el alma,oprimen nuestros corazones lo que leemos... No es solo literatura de palabras inventadas, sabemos que ocurre a diario en lejanas y cercanas tierras, que la crueldad del ser humano, no tiene fronteras,que algo incide para que esto siga sucediendo...Y los caminos de la desesperanza, cada vez se oscurecen , se ensanchan y destruyen al indefenso ser humano!

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  2. Bellísimo y pleno de verdades muy hondas. Me encantó, Gabriela. Me has conmovido con tu versar. Un abrazo fraterno desde Argentina.

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