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domingo, 24 de enero de 2016

HACIENDO ¡CHUT!, Salomé Moltó, Alcoy, Alicante, España


Imagen de: antoncastro.blogia.com

HACIENDO ¡CHUT!

Estuve esperando a mi madre toda la tarde. Cuando apareció, anochecía. Cuando le reproché su tardanza esbozó una ligera sonrisa y se sentó junto a la mesa redonda. Me dijo con la mirada ausente que ya no iba a ocuparse de mi padre que por ella se podía quedar para siempre en el hospital, que aquellos seis meses en que él había permanecido ingresado por el accidente de moto que sufrió, habían sido para ella, los más dichosos de su vida.
No hice caso y junto con mi hermana arreglamos el traslado de nuestro padre al pueblo. Lo colocamos en la habitación cercana al comedor para que a mi madre, le fuera más fácil atenderlo, ya que por un tiempo llevaría la pierna escayolada y sus movimientos le serían penosos.
Nuestra madre no estaba en casa, ni en el pueblo, ni en ninguna parte.
Nos quedamos con nuestro padre para cuidarlo mientras averiguábamos donde había ido nuestra madre.
Llamar a su hermana, la tía Clara, se convirtió en un enorme debate entre mi hermana, mi hermano que se había desplazado desde la ciudad y mi hermana que vivía en el pueblo.
“¿Cómo se lo planteamos a la tía?, no va a comprender nada” “Ni nosotros tampoco” repuso mi hermano. “Yo la encontraba un poco rara de un tiempo a esta parte. Las relaciones con nuestro padre habían empeorado. La verdad que nunca la trató bien y ahora después de cincuenta años casados, ella dice que no lo va a cuidar. ¿Por qué? Dijo mi hermana. Nos enzarzamos en una discusión larga y agotadora, salieron a relucir ciertos acontecimientos ocurridos años atrás entre nuestros padres cuando éramos pequeños. Todos superados por la gran paciencia de esta mujer, tolerancia y sacrificio a los que nos habíamos acostumbrado todos.
De momento se abrió la puerta de la habitación y dejamos de discutir, mi madre toda sonriente, con el pelo recién peinado, la manicura hecha y el rostro maquillado, casi no la conocimos, entró triunfante. Nosotros espantados la mirábamos no comprendiendo qué podía pasarle a nuestra madre. Nos miró y nos dijo: “Me voy de crucero, hace diez años que quería hacer este viaje y vuestro padre me lo impidió siempre, ahora me voy, serán unos diez días, así que os quedáis vosotros unos tres días cada uno cuidándolo y en paz. O lo dejáis que se las componga solo, que ya es mayorcito. Mi padre quiso gritarle, proferir algunas de sus palabras y amenazas habituales, mi madre poniéndose el dedo sobre los labios le lanzó un signo de silencio y salió alegremente por la puerta.
.- Cállate papa ¡chut!, le dije, ¡chut! hicieron mis hermanos y todos salimos de la habitación, haciendo ¡chut! Nos fuimos cada uno a nuestras obligaciones estando seguros que las cosas iban a cambiar inexorablemente a partir de ese momento, sobre todo para nuestra madre.

©SALOMÉ MOLTÓ, poeta y escritora española
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
                                


2 comentarios:

  1. muy bien, Salomé! Siempre nos dejas pensando cómo acabaría esa historia... Nos das pantallazos de la vida, como instantáneas. Saludos. Marián Muiños

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  2. Querida Salomé, una historia interesante,un girón de vida muy conocido y habitual.Un mensaje para la mujer sometida a premisas machistas y un alerta para muchas situaciones de final dramático y repetido,que vemos a diario en las noticias.

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