EL DUELO
Tenía que
ser en privado, pero la especie se filtró y la noticia sacudió a todo el
barrio. “Hay que impedirlo”, decían
algunos; “Son matones”, avisen a la Policía”; decían otros. Lo cierto es que
nadie hizo nada ni avisó a nadie; parecía que en el fondo todos esperaban ver
un espectáculo novedoso, solo conocido a través de películas y novelas: “Santos
Zabala y el Inasio se desafiaron a duelo”. No a un duelo criollo, no a poncho y
cuchillo; ¡A punta de pistola, con padrinos y todo!”
Se supo que los padrinos tuvieron que ponerlos
para obtener la autorización municipal, condición indispensable para que el
enfrentamiento fuera encuadrado como “Justa de caballeros” en vez de pelea o
riña; no sin antes abonar el impuesto correspondiente. A partir de ese momento
la Policía no podía actuar, a menos que corriera sangre.
Los padrinos
fueron Peña y Calabria por Santos y Verdugo y Porro por el Inasio. Se reunieron
los cuatro en el club Gimnasia, vaciaron dos botellas de cerveza y algunos
platillos de aceitunas, queso y papas fritas, y llegaron rápidamente a un
acuerdo sobre las condiciones del lance: A las 4 de la tarde del domingo en la
cancha de bochas del club, a pistola, un solo tiro por contendiente, entrada
libre y gratuita.
A las 3 y
media de la tarde las tribunas estaban colmadas y se cerraron las puertas de
acceso. En ese momento estaba lloviendo torrencialmente y los que quedaron
afuera originaron un tumulto que pudo haber tenido consecuencias lamentables
sin la oportuna intervención de la Policía que custodiaba el lugar. A las 4 menos cinco entraron los padrinos y a
las 4 en punto llegaron los duelistas, que saludaron al público y recibieron
una ovación. Luego de algunas recomendaciones de Calabria, que por sorteo fue
designado Padrino jefe, los contendientes se dieron la espalda, levantaron sus
brazos izquierdos con sus pistolas apuntando al techo –los dos eran zurdos- y
avanzaron diez pasos, quedando, como es obvio, a una distancia de veinte.
Giraron sobre sus pies, apuntaron y dispararon simultáneamente. Pero nada pasó;
no había nadie en el suelo ni sangre en la arena; sólo llamó la atención la
caída repentina de agua desde dos agujeros que aparecieron en las chapas del
techo. Recién entonces se acordaron de la
lluvia, pero eso no tenía importancia, y el agua que entraba tampoco. El
público estaba desilusionado porque habían errado los dos, pero las goteras que
antes no estaban preocupaban a algunos científicos ubicados en las tribunas. Fueron ellos quienes, luego de
arduos razonamientos y discusiones, lograron explicar lo sucedido: Las balas
chocaron en el aire y se desviaron hacia arriba, y había que dar gracias al
cielo por ello, porque si lo hubiesen hecho a derecha o izquierda alguno en la
tribuna habría pagado el pato. Digo goteras pero fueron más que eso: A chorros
caía el agua.
No hubo que
lamentar desgracias, pero por acuerdo de padrinos se declaró perdedor al
Inasio, porque los charcos en el suelo estaban muy próximos e indicaban que la
bala de Santos estuvo casi por alcanzar su objetivo. Además, alguien tenía que
pagar las copas. Pero Calabria no estaba muy convencido y murmuró ante el
micrófono; “La próxima vez déjense de joder y tiren una moneda”. Reflexionó y agregó: “Claro, a pistoleros sí,
pero nadie les va a decir caballeros por tirar monedas al aire”.
El unánime
silbido del público lo avergonzó y alarmó, pero se retiró por sus propios
medios.
©
JOSÉ CALCAGNI, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Hermosa estampa de costumbres y conceptos de esos tiempos ...Bellísima acción de dos "malevos"de bien!!!!
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