EL GERMEN DE TRIGO
Niña tenue,
niña
agua,
niña toda
vestida de luna,
niña me ata la mirada
al cielo.
“Aire” - La herida perfecta - Rogelio Grillo
Nahuel
se encontraba metido en un pozo de zorro. Estaba parado con las piernas
abiertas dentro del socavón. Tenía los pies y los tobillos congelados. Sentía
frío, hambre, sueño, y la vejiga inflamada por el mate cocido de la madrugada. Orinó
sobre la sedienta tierra arenosa.
-¿Qué hacés, mapuche? -
Preguntó “el Chapa”, su compañero del 7° Regimiento de Infantería.
-No daba más, Chapa...
perdonáme...
-¡Andá, qué suerte que tenés,
indio porrudo! ¡Por lo menos vos te la encontrás!- Contestó su compañero
mientras escudriñaba el mar desde la rendija dejada por las chapas con redes y
turba que ocultaban la
trinchera. Estaba aterido, con ojeras azules y los labios agrietados
por el blanco viento helado.
-Sí…
medio indio. Pero los colores del pueblo mapuche1 ahora están siempre
al lado de la celeste y blanca… ¡Y vos que te llamás Kulvietis! ¡Ni sabés de
donde vino tu abuelo! ¿Lituania? ¡Ni figura en el mapa!
-¿Y el Sergio? ¡Ese está
jodido! ¡Bannon de apellido y abajo del uniforme tiene la camiseta del Diego! ¡Encima
está esperando a uno de los piratas - quizás con su mismo nombre - para cagarse
a tiros! ¡Por lo menos que le toque un gurka!
-¿Y el Tuku? 2 ¡Mi
hermano guaraní! Ayer cuando empezaron los cañonazos se paró con su grito de
sapukái 3:
-¡Principito ladrón! ¡Vení que te espera un correntino!
¡Devolvé mis Malvina´ porá! 4
-¡La puta, qué frío que hace!
* * *
* *
-¡Los Jarrier, carajo, los
Jarrier! ¡Despertarse soldado! ¡Sargento las baterías antiaéreas!
¡Vamos mierda, vamos! ¡Los Jarrier! ¡Carguen y disparen! ¡Arriba
cabo!
Los
Sea Harriers pasaron rasantes a tal velocidad que ni siquiera los vieron,
solamente los oyeron cuando ya estaban a varios kilómetros de distancia.
Atacaron algo que explotó; pero ellos nunca supieron cual blanco fue destruido,
ni cuantos compatriotas murieron. A los cinco minutos solamente las gaviotas
alocadas chillaban de avidez en medio de un silencio sepulcral.
-¡Presente
mi cabo! -se escuchó desde una trinchera. -¿No hay mate cocido mi cabo?
-¡Ni
mate ni galleta carajo, aguante como un macho! ¿O quiere que nos descubran por
el humo?
* * *
* *
Pasaban los días y Nahuel
sentía calambres y lacerantes dolores en las pantorrillas y los pies por
tenerlos mojados y estar parado durante horas en la misma posición. Sufría languidez
en el estómago por falta de comida y un vacío en los intestinos debido al
natural temor humano ante los reiterados bombardeos de los barcos ingleses. Además
una desazón en su razonamiento le impedía comprender cual era el plan de
batalla, qué general los dirigía, con qué armas se defenderían cuando el
enemigo desembarcara y su duda más grande: ¿Por qué algunos coroneles o
capitanes siempre tenían cigarrillos y parecía que nunca sufrían hambre?
¿Conocerían realmente el frío?
Tomó una decisión. Levantó el techo camuflado de la
trinchera y le dijo a su compañero:
-Ahora vuelvo, Chapa...
-Cuidate, Negro...
Nahuel salió arrastrándose
unos cuantos metros. Los que lo vieron pensaron que iba a defecar entre la mata
de pajonales, pero el mestizo siguió avanzando como una lagartija. Al alejarse
del campamento pudo erguir su cuerpo y seguir corriendo entre agachado y
parado, o arrojarse al suelo algunos minutos para continuar a la carrera
nuevamente. Su meta era un galpón de chapas grises que se divisaba no muy lejos.
Al acercarse observó la casa de familia que estaba oculta por el depósito. El
silencio lo asustó, pero al erguirse bien parado y atisbar, logró ver un rebaño
de ovejas cuidado por un hombre y sus perros, sobre una lomada distante.
Oyó
un cacareo de gallinas dentro del cobertizo y la saliva le inundó la boca. Abrió la puerta
con sumo cuidado y se alegró cuando no escucho ningún chirrido que lo delatara.
Dentro del galpón lo primero que sintió fue la tibieza, la falta de viento y
frío. Acostumbró su vista a las tinieblas y distinguió algunas cajas, pasto
seco, pilas de turba, enseres agrícolas, y el alboroto cada vez más nítido de
las aves. Habría diez gallinas dentro de un cerco y un gallo en un jaulón. Dejó
caer el fusil, se quitó la campera, y entró sigilosamente en el gallinero
aunque no pudo evitar el vocinglerío de las coloradas. Recogió tres o cuatro
huevos frescos, salió, cerró, y se tiró en medio de un rincón. En un segundo
los había cascado como le enseñó su abuela Mailén y los fue sorbiendo con placer
5. Se sintió muchísimo mejor y fue olvidando, poco a poco, en qué
lugar se encontraba. Ingresando en una duermevela bienhechora escuchaba a su
amada vieja india, contándole secretos mapuches, historias de los ancestros,
leyendas de batallas anteriores a la Conquista del Desierto, sortilegios que
únicamente lograba Quintuqeo la
Machi de su tribu golpeando su kultrún. Historias de su padre
hablando con orgullo de su abuelo, de sus habilidades camperas, de lazos de
cuero crudo... de tantos potros domados...
De
pronto despertó sobresaltado. Una adolescente estaba parada frente a sus pies
mirándolo con los ojos desorbitados de terror. Nahuel se paró de un salto
diciendo:
-
¡No, No! ¡No te asustes!
Levantó
sus brazos bien altos y con cuidado señaló el fusil tirado en el piso. Juntó
sus manos en señal de ruego y luego las abrió en cruz como diciendo: - No tengo
culpas, no soy dueño del odio ni la guerra, estoy solo en medio de toda la
metralla, tenía mucha hambre... - Al verlo sin armas la muchacha rubia se fue calmando,
relajando, y sus ojos azules fueron tomando las originales dimensiones de
zafiros.
Juntó sus dedos de la mano derecha y los movió “¿Qué está haciendo aquí? Esta es mi casa...”
El
hizo el mismo gesto pero acercó y alejó la mano de su boca. “¡Hambre! ¡Comida!”
Y
entonces ocurrió un hecho prodigioso: tal vez la flecha de un maravilloso
duende de nalgas regordetas; tal vez los recuerdos de su abuela convocando el
ánima de la Machi ,
que invisible, cantando una impalpable letanía en dulces letras de Dungún, produjo
la misma hechicería que antaño sufrió su tatarabuelo blanco en el Centro de
Inmigrantes. La cuestión es que el mestizo observó un evento que le trastocó la mollera. Simplemente
estaba parada delante de sus narices Mary Kent, hija de Jimmy Kent y Anna York,
auténticos kelpers de las Falklands. Para colmo de males, cuando terminaron los
gestos, la niña lo miró, apenas dibujó una sonrisa y le dijo:
-I´m Mary 6...
-Yo
soy Nahuel Farías, argentino, hijo de gauchos y caciques mapuches. ¡Y esta también
es mi Mapu!
* * *
* *
El bombardeo comenzó al día
siguiente a la misma hora. Y en el mismo momento que concluyó, Nahuel abandonó
la trinchera y llegó ansioso y agitado a encontrarse con Mary.
También en esta reunión el destino se hizo el tonto, dejó
que los chicos se hablaran a los guiños, a las señas y de esta mezcolanza de
letras y de muecas naciera un rescoldito. Sólo faltaba el amor para encenderse
en fogata.
El soldado a las dos horas abrió con cautela la puerta de
zinc, le dio un beso a la niña en la mejilla y regresó corriendo agazapado.
* * *
* *
El
tercer día amaneció con un sol tan radiante como sólo brilla en la Argentina. Ni una
nube en el cielo, apenas el ronco griterío de algún pájaro marino. Amainó un
poco el viento por lo que calmó un tanto el frío, pero no cayó ninguna bomba:
los ingleses seguro que estaban tramando alguna nueva maldad.
Nahuel
cepilló sus dientes y se lavó la cara con agua helada de un recipiente.
Desprendió su campera, subió la tricota y se restregó el cuello y las axilas. Cerró
el abrigo, bajó los pantalones hasta los muslos y tiritando se lavó la ingle y
sus partes.
-¡Che, Negro! ¡Vení!
-¡¿Eh?! ¿Qué pasa?
-¿Adónde estás yendo vos todas
las tardes? ¿Te crees que no me di cuenta?
-Chapa, por favor, ¡no me vas
a delatar! Cuándo vuelva te cuento... apretame fuerte la mano... ¡Ojo Chapa, que
es un secreto! Es un secreto divino... ¡Es el ángel más dulce que he conocido
en mi vida! ¡Y mirá en qué lugar la vengo a encontrar, hermanito! ¡Me la regalaron La Virgencita
y Nguenechén!
* * * * *
Ya
había comido dos huevos, y bebido un té caliente con unas galletas marrones.
Estaba quieto, con los ojos cerrados, tirado sobre una manta y sosteniendo la
mano de Mary sentada en cuclillas a su lado. De pronto sintió un suave beso en
su mejilla, otro en los párpados, en su oreja, en la punta de la nariz; el
cálido aliento de su joven amante mientras le desprendía los botones de la
camisa y un poquito más ardiente besaba su cuello y la nuez. Abrió los ojos y
vio la boca más húmeda y dulce que jamás hubiera visto en sus 18 años de edad.
Le acarició el cabello dorado y la atrajo hacia su propia boca abierta,
anhelante, sedienta; recorrió con su lengua cada papila, cada dientecillo, cada
gota de saliva, cada colina y cada arroyuelo de ese golfo de almíbar y sales de
mar. La acostó tiernamente y mientras le daba mil pequeños besitos le fue
abriendo los botones de la blusa al mismo tiempo que ella le quitaba su camisa
a los tirones, jadeando. Se descubrieron mutuamente por un par de minutos;
Nahuel, de piel cobriza, pecho lampiño y musculoso. Mary, de cutis color del
sonrojo, de senos erguidos, pesados, perfectos, con rosas aréolas de ostras
rosadas y botones marinos de rojo coral.
Poco
a poco entrecerró sus ojos cuando sintió que ella le besaba suavemente la
tetilla derecha mientras él trataba de abrir su pollera escocesa. Nahuel besó
una de las gemas y luego la otra, indeciso, sin saber cuál elegir; se decidió y
comenzó a succionar como si fuera un famélico niño perdido que encuentra por
fin a su madre que siempre anheló. Mary desabrochó torpemente sus pantalones y
los bajó como pudo hasta las rodillas, arrastrando también los calzoncillos de
abrigo. Tenía los cabellos negros de su hombre entre los dedos y rasguñaba su
nuca. Le fue llevando la cabeza al otro pecho y al rato, suspirando y sin
palabras por fin se entregó.
-¡Tañi
Millaray! -musitó el mestizo, pero luego llevó el dedo índice a su boca: -Shssss...
Te quiero, te quiero como nunca quise a nadie en mi vida.
Y
acariciando su piel besó su vientre y su pubis, un vergel dorado cuidando la
perla, con sabor a mieles de algas marinas. De pronto se irguió y se miraron
nuevamente. El la conoció desnuda cómo perfecta sirena; y ella vio por vez
primera la potencia viril del anhelado amante deseado en todos sus sueños
insomnes.
Nahuel
sólo dijo:
-No
te voy a lastimar, mi amor...
* * *
* *
-Chapa...
después te cuento... Chapa... es divina... rubia... tiene unos ojos azules,
azules como... como... el azul de mi cielo Chapita... como la... como la camiseta
que u... usa el Sergio...
-Shsss...
No hablés huevón... No tragués aire que después te duele... ya viene el médico.
-¿Por
qué está tan oscuro, Chapa? ¿Quién está haciendo tanto... ruido? ¿Es el kultrún
de la Machi, abuela?... Abu... Mailén... ¿Te gusta la Mary , Má?... ¿Me sale...
mucha sangre Papá?
-Calláte
indio bruto... ¡Pero qué sangre ni sangre!... ¡Mirá, mirá, allá viene el
doctor!
-Abrazame
querida... ¡Tengo mucho frío!... Mary... decile... al Chapa... que es como mi
herma...
-Ya
sé, Negrito, ya sé que soy tu hermano... ¿Viste que no soy alcahuete?... No...
¡No te me mueras así, Nahuel! ¡¡Noo, boludo!! ¡¡Nooo!! ¡¡Hijos de mil puta y la
puta madre que los parió!!
El
Chapa desesperado quiso tapar con sus manos las heridas, pero los orificios
eran muy grandes.
La
sangre brotaba entre sus dedos y caía a chorros sobre la turba congelada,
regando esa tierra distinta, tan lejana, pero eternamente nuestra, con el mismo
color plata. Despojada de la mar, castigada por los gélidos vientos y la
escarcha de la sal; yerma, donde no crece el ombú, donde no galopa el potro ni
sobrevuelan los cóndores. Donde no hay surcos de arado, ni maizales, ni
parrales... Pero si pudiéramos oír... sshsss… sshsss... el golpeteo de las olas
removiendo los guijarros suena como grave melodía de kultrún con el parche
protegiendo el hechizo. El que soñó la Machi en su niñez, cuando su gente
acampaba por los pagos del Tandil: que una semilla -una solita entre tantas -hoy
hallara tierra fértil. Una simiente regada con néctares del amor; de una pasión
tan fuerte como grande es el destino. Un solo abrazo bastó para que ese germen
brotara y creciera firme y sano, como si lo hubieran derramado sobre el humus
de la pampa.
Un
solo germen de trigo - pelo negro, ojos azules - entre tantas cruces blancas.
©HECTOR GRILLO, poeta y escritor argentino.
De su libro “Verónica y yo” ©2005
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
Héctor, cuando comencé a leerlo, lo dejé, porque pensé en tantos jóvenes nuestros de todos lados, pero de Corrientes parecería que fueron más, claro "morochitos pelo cuzo" (quizás para quienes comandaban "valieran menos" después lo volví a leer aún llorando, ojalá esta historia de Nahuel haya sido cierta y no imaginada por vos en tu dolor, que muchos Nahueles, hayan tenido siquiera un chispazo de felicidad, igual terminé llorando
ResponderEliminar¡Gracias!
Cristina Aráoz
Una hermosísima historia de amor , en medio de sangre y fuego, en el ámbito más inesperado, entre helados horizontes pero con todos los elementos de un relato con un verdadero trasfondo, una época histórica y un romance maravillosamente contado....!!!
ResponderEliminarGracias, Yonilalo por tus palabras. En la historia de amor quise demostrar la "toma de la tierra" sin armas ni desastres. Solo el amor, ante la muerte insensata, de pibes de 18 años. Y que dejaron la sangre nueva, para que floreciera. Y espero sinceramente que haya quedado esta flor, en secreto, y que esté a punto de cumplir 33 años. Muchísimas gracias, cariños, Héctor Grillo
EliminarPARA LLORAR...
ResponderEliminarUNA HISTORIA MUY TRISTE, DOLOR,FUEGO, SANGRE...
SE TERMINA LLORANDO .
CRUCES... CRUCES ... CRUCES ...
MNDARON A LOS CABECITAS NEGRAS,A LOS MOROCHITOS PELO NEGRO, HIJOS DE GAUCHOS, CACIQUES MAPUCHES...
A LOS POBRES CORRENTINOS , A LOS MESTIZOS LITORALEÑOS. LOS EMBARCARON CON EL DESTINO SIN SALIDA ALGUNA.EN MEDIO DE LA NADA..DONDE NO SOBREVUELA NI SIQUIERA UN CÓNDOR PERDIDO.
¡ QUÉ TRISTEZA !!!!!!!
SIMPLEMENTE UN SOLO ABRAZO EN MEDIO DE TANTO DOLOR... LA MUERTE. NEGRITO VETERNAO , SIGUES DURMIENDO, DEJASTE A TUS PADRES ,A TUS HERMANOS. A TU NOVIA....ERES UN MARTIR ENTRE TANTO DOLOR Y AMOR, EN DONDE NI SIQUIERA FLAMEA NUESTRA BANDERA CELESTE Y BLANCA.. NO ALCANZAN LAS PALABRAS NI LOS GESTOS PARA SOLUCIONAR ESTE DESASTRE-
Muchas Gracias, Elisa. Sí, todo lo que decis es cierto. Es que hubo dos clases de Guerra de Malvinas. Una la de los dictadores, que para perpetuarse en el poder, y demostrando ser inútiles para todo servicio, enviaron a los chicos a morir gratuitamente. Y otra, la gloriosa, la verdadera Gesta de Malvinas, la que libraron estos "cabecitas" que hoy son el orgullo de todos los que tratamos de vivir y pensar mejor. No alcanzan las palabras para glorificarlos.
EliminarMuchos cariños, Héctor Grillo
Gracias a vos, Cristina Araoz por tus lágrimas. Sí, la historia que narro es ficción, pero no lo que cuento en ella. Hubo demasiados "negritos" y "Nahueles" que dieron su vida, o sus miembros, para satisfacer la ineptitud asesina de aquellos "gobernantes" de turno. Ninguna palabra alcanza para narrar aquella gesta. Nuevamente gracias, cariños, Héctor Grillo
ResponderEliminarCaramba. En este sábado de gloria...tu historia llega mientras las imágenes se van armando en el alma y la mente. Muy bueno, aunque tenga una razón de ser tan poco feliz. Un abrazo. María Rosa Rzepka.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus conceptos, María Rosa.
ResponderEliminarCariños, Héctor
Con los ojos aún húmedos y el alma dolida, tengo que felicitarte Héctor por tu bello relato, por los comentarios sé que no es verdadero, pero anhelo fervientemente que haya habido algún Nahuel y alguna Mary, que haya podido encontrar un poco de felicidad entre tanto dolor. ¡Qué entre tantas cruces blancas haya alguien de ojos claros y pelo oscuro de 33 años, recorriéndolas! Cariños
ResponderEliminarMuchas gracias, María Ester !!
ResponderEliminarYo también espero que exista algún "negrito" de ojos azules. Y lo que realmente anhelo es que, si existiera, supiera quién está debajo de la cruz blanca, y esté convencido de que algún día, de alguna manera, lo va a conocer.
Cariños, Héctor