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lunes, 23 de marzo de 2015

CAZA MAYOR, de Héctor Grillo, Argentina



Caza  mayor

            Doña Clotilde se lavó y se restregó las manos con detergente. Luego se secó con un repasador y se las masajeó una contra otra durante un buen rato. ¡Ah! ¡La artrosis!... pero ya le habían dicho que esa enfermedad no tiene cura y menos que menos a su edad, abuela, hágase masajes en los nudillos y a lo sumo tómese una aspirina. ¡Nada más!
            ¡Sí! es fácil decirlo, pero... además las aspirinas le provocaban ardor de estómago.
            Se desató el delantal, fue hasta el baño, se lavó la cara, los dientes - los propios y los que no lo eran - y se peinó con un rodete, como siempre. Se masajeó la cara y las manos con una crema que había comprado en una oferta del supermercado y se dirigió al dormitorio. Se cambió el batón por un vestido negro, un poco más arregladito, más paquete, que usaba siempre para hacer las compras.
            Volvió a la cocina, apagó el horno y con cuidado sacó la torta recién hecha. La colocó sobre el techo de la heladera, alejándola un poco del gato.
            - ¡Cuidadito, Chifu! ¡No te la vas a comer! ¿Eh?
            El gato, de un pelo blanco inmaculado y ojos celestes, la escuchó y bajó la mirada somnolienta como diciendo que sí. Él no comía postres. Estaba acostado sobre el respaldo del sillón, al lado de la mampara de la ventana, para que le diera el solcito por el lomo y mantenerse calentito, que era lo que más le gustaba.
            Doña Clotilde se sentó en una silla - ya le estaban doliendo un poco las rodillas - y lo miró. Era un gato hermoso, el último regalo de su marido Francisco; se lo trajo unos pocos meses antes de su muerte. Era un gato muy fino, eso era indudable, - vaya a saber dónde lo compró - pero ya se estaba poniendo viejo, como su dueña. Ya no partía por la noche cuando escuchaba maullar sensualmente a alguna felina seductora y no peleaba con fiereza con otros gatazos por poseerla. Ahora, al oír el llamado, solamente daba vueltas y vueltas por dentro del comedor y luego, como comprendiendo que ya no contaba con muchas probabilidades, volvía a subir al sillón y se dormía.
            Al rato la abuela pensó que la torta ya había recibido suficiente aire y que se había enfriado un poco; la sopesó y la guardó dentro de la alacena.
            Volvió hasta la cómoda, tomó el frasco de colonia y se colocó unas cuantas gotas detrás de las orejas y en las muñecas. No iba a dejar de ser coqueta porque un montón de años se le vinieron encima. ¡No, señor! Buscó el monedero y el bastón de Francisco. Era de caña lustrada, con regatón de caucho y mango de madera noble. Le quedaba un poco grande; ella ya se estaba poniendo más chiquita, pero... con la artrosis en la pierna derecha y la operación de caderas de hace unos años...
            - ¡Portáte bien, Chifu! Voy al almacén de acá a la vuelta a comprar un poco de jamón para el café con leche de la noche. ¡Y custodiáme muy bien la casa! ¿Eh? Fijáte en la tele donde todos los días aparecen ladrones y criminales, que entran a la comisaría por una puerta y salen por la otra. ¡Hace poco hasta violaron en reiteradas oportunidades a una dama de mi edad! ¡Y eso no es nada! ¡Encima le robaron una alcancía que escondía dentro de un taper en la heladera!
            El gato no supo cómo responderle: si volver a cerrar los ojos, ignorarla, o ronronear.
            - ...Rrrrmmmm.... rrrmmm... rrrmmm... - le contestó.
            - ¡Y te voy a traer una latita de sardinas por ser tan bueno y tan compañero!
            Cerró la puerta con dos vueltas de llave y se fue caminando despacito hasta el almacén, ayudada por su bastón. Era una tarde soleada y comenzó a contestar los saludos de los vecinos. Algunos hacía poco tiempo que vivían en el barrio, pero a otros los conocía de toda la vida.
            -¡Buenas tardes, abuela! - le dijo un joven.
            -¡Hola, m’hijo! ¿Cómo anda su tía? - le contestó con el tono de voz demasiado alto. Es que ya se estaba quedando un poquitín sorda, y no se escuchaba a sí misma correctamente cuando hablaba.
            -Bien, está un poquito vieja, no más...
            - ¡Viejos son los trapos, mocito! ¡Ya le va a tocar a Ud. también! - gritó -... y esperá la próstata nomás... - pensó sonriendo.
            Y doblando la esquina...
            - ¡Hola Clota!
            - ¡¿Qué haces, Felisa?! ¿Cómo andas de la ciática?
            - ¡Ayy! ¡Clotilde... qué dolor!! ¡¡No me puedo ni agachar a levantar un balde!!
            - Sí, eso sucede, pero aguantá, hacé un poquito de esfuerzo. Ponéte algo calentito en la cintura. Por lo menos no estás sola, tenés al Pocho que te acompaña. Un hombre, no un gato - pensó - ¡¡No todos llegan a los 48 años de casados!! ¡¡Yo estoy contenta, hoy cobré la pensión del Pancho!! - volvió a gritar.
            - ¡¡Já!! - le contestó  Felisa - ¡¡Panza llena corazón contento!!
            Y despacito, despacito, llegó al almacén; al entrar y cerrar la puerta le dejó paso a alguien que caminaba detrás de ella, pero no le prestó mucha atención.
            - ¡Buenas tardes, Clotilde! ¿Qué necesita?
            - ¡Buenas tardes, don Ramírez! ¡¡Necesito que todos las días sean tan lindos como hoy!! ¡Con este sol! Y deme 150 gramos de jamón...
            - ¿Crudo o cocido?
            - ¡Crudo, de ese tan rico que vende usted! ¡Por lo menos me voy a dar un gusto ahora, que cobré la pensión! ¡Mañana será otro día! ¡Y deme también una latita de sardinas! Estas que sean baratas, total, son para el morrongo.
            Al salir, vio que detrás de ella salía también una señorita, que comenzó a caminar a su lado. Clotilde la observó y le llamó la atención lo bien vestida que estaba. Usaba un trajecito sastre color azul marino, de pollera corta, pero que no era una mini escandalosa. Zapatos negros, muy elegantes, que hacían juego con su portafolios, del mismo color. Debajo del saco llevaba una camisa blanca impecable. Muy poco maquillaje y el pelo recogido. 
            - ¡Qué casualidad, Doña Clotilde! ¡Mire donde la encuentro, yo que iba para su casa!
            - ¿A mi casa? ¿Para qué? ¿Cómo conoce mi nombre?
            - ¡Pero Doña Clotilde! ¡Yo soy Laura, la sobrina de Blanca!
            - Yo no la conozco... ¿Quién es Blanca?
            - ¡Mi tía Blanca, su amiga, que vive en aquella esquina!... ¡Hemos estado hablando tantas veces! ¡Claro! ¡Usted no me recuerda ahora, pero hemos charlado con mi tía muchas veces, ella vive allá y también es pensionada como usted! Ahora está un poquito achacosa, nada más... ¡Pobrecita! Es la hermana de mi mamá, que en paz descanse...
            - ¿Y usted cómo sabe mi nombre, señorita?... ¿Y que soy pensionada?...
            - ¡Laura, me llamo Laura! ¡Y trabajo en ANSeS, la Administración Nacional de Seguridad Social! ¡Mire mi carnet, esta es mi credencial :

ANSeS.
Administradora Nacional de Seguridad Social.
Certificado Oficial
Agente Nro. 4317
Nombre: Laura Cattelani.

            - ¡Ajá!.. Pero sin embargo hoy estuve en las oficinas del  P.A.M.I. y no me dijeron nada... - dijo la abuela abriendo la puerta de su casa.
            - Es que P.A.M.I. es para los remedios, doña. ANSeS es la oficina que regula el cobro de Jubilaciones y Pensiones - dijo Laura, entrando al pasillo sin que la anciana se lo pudiera impedir.
- Y vengo a informarle que le han ajustado sus haberes, va a cobrar un valioso retroactivo y un importe nuevo de su pensión.
            - ¡¡Ahh!! ¡¡Bueno, por fin!! ¡Esa es una buena noticia! - dijo Clotilde - Espere un momentito que busco mis anteojos. Acá está un poquito oscuro para economizar unos pesos de luz, que está tan cara ¿vio?
¡Correte, Chifu, dejá sentar a la señorita Laura!
             - ¡Qué hermoso gato!
            - ¡Sí, hace años que es mi única compañía! - aseguró la anciana colocando un mantelito individual delante de la empleada de ANSeS.
            - Estuve casada 45 años con mi querido Francisco... ¡Fui tan feliz!... Era un hombre tan fuerte, tan bueno, trabajador... Nunca tuvimos ni un sí ni un no... Pero un día, de un momento para el otro... - dijo la nona y sacó un pañuelito para secarse las lágrimas.
            Trajo un platito y una cucharita, una copita, la torta recién hecha y una botella con una forma antigua, medio panzona.
            - ¡Le voy a demostrar mis habilidades mientras me cuenta de mi pensión y de lo que voy a cobrar de ahora en adelante! - dijo, ya un poco repuesta - Esta es mi torta preferida, es de naranjas; al medio lleva una crema también hecha de la misma fruta, pero está bañada en chocolate, para darle un sabor un poquito más amargo. ¡Y este licor sí que es casero! Me enseñó la receta mi abuelita. ¡Mire si tendrá años! Además, las naranjas son las del fondo de esta casa... ¡Todo hecho con mis propias manos!
            - ¡Humm, que rica! ¡Y que licor exquisito!... Bueno abuela - dijo Laura comiendo otra porción de torta - desde ahora en adelante usted va a cobrar 500 pesos más que lo que cobra hoy en sus haberes mensuales. De acuerdo a una investigación realizada por el Instituto, se comprobó que muchas beneficiarias tenían mal liquidada su pensión. Entonces los diputados del Congreso Nacional dictaron la Ley Nro. 14.325 para corregir todos esos errores. ¡Y entre esos casos está el suyo, Doña Clotilde!
            - ¡Ayy! ¡Hoy es mi día! ¡Qué suerte que la encontré señorita Laura! ¿Y tengo que realizar muchos trámites para cobrar?
            - No, abuela, el mes que viene ya recibirá la nueva liquidación. Para lo único que tiene que realizar una diligencia es para cobrar el retroactivo - sacó una planilla - ¡Pero el suyo es de 6.425 pesos! ¿Ve? Aquí figura el importe. ¡¿Qué le parece?! ¡Es un regalo del cielo! Solo tiene que poner una firmita aquí, la millonaria, como se le decía antes.
            - ¡Ayy, Laurita, que alegría! A ver, a ver, que me pongo los anteojos... ¿Y? ¿Te gustó la torta? ¿Y el licorcito? Vos sos joven y podés comerlo, yo, que soy la fabricante, lo tengo prohibido... por la diabetes, ¿viste? Igual que este peludo... todo lo dulce la cae mal... ya está viejito también...
            -... Rrrrmm...rrrmmm...rrrmmm... respondió el viejo gato.
            - Eso sí, abuelita, le tiene que pagar al ANseS  1.000 pesos, para pagar los sellados provinciales, los nacionales, impuesto a las ganancias, el I.V.A, etc. etc. para cobrar el retroactivo... - dijo Laura.
            - ¿Ahora? - preguntó la anciana.
            - Sí... y si hoy cobró la pensión, debe tener algún peso a mano...
            - Si m’hija, ya te los traigo... tengo guardado unos pesos y hasta debe haber algún dólar, también... es por si me enfermo ¿viste?...
            - Ya está - pensó la estafadora, que ni se llamaba Laura ni trabajaba en ANSeS - ya  la enganché a esta vieja estúpida.
            Clotilde se levantó con esfuerzo, abrazo al Chifu, se metió en la pieza y regresó con un rollo de dinero medio arrugado. Lo colocó sobre el aparador, mientras escuchaba a la señorita:
            - Ay, abuelita, se olvidó de traerme el carnet. Es lo único que me falta para anotar el número de beneficio...
            - ¡Qué cabeza la mía! - dijo la anciana, sin soltar al gato y entrando nuevamente en su dormitorio.
            Cuando regresó no había nadie, ni la señorita Laura Cattelani, agente Nro. 4317 de la  Administradora Nacional de Seguridad Social ¡¡Y ni un solo peso del rollo que dejó sobre el mueble!!... Buscó para un lado... miró para el otro... ¡¡Nadie!!... Solamente estaba la puerta de calle abierta.
            Clotilde tomó el bastón, fue caminando despacito, la cerró, y soltó al gato. Suspiró profundamente, recogió la torta, la envolvió dentro de una bolsa vacía del supermercado, la ató y la colocó dentro de otra bolsa de nailon. Lavó el plato, la cucharita y el vaso con abundante agua caliente y detergente; luego los enjuagó con un poquito de lavandina. Cuando estaba tapando y guardando la botella de licor, escuchó:
                - Biiiiipp... Biiiiipp... Biiiiipp...
                - ¡Esta tecnología de hoy, Chifu... me hizo asustar! - y sacando un teléfono celular del bolsillo, dijo, casi gritando:
            - ¡Hola! ¡Hola! ¡¿Quién habla?!... ¡¡Tita!! ¿Cómo estás? ¡¿Cazaste algo hoy?!... ¡¡Yo sí!! Recién se acaba de escapar. ¡Y salió barato! Se llevó solamente 50. Los demás eran todos falsos, yo los había probado con el lápiz.
            - ¡Linda chica la delincuente! ¡Vos vieras! ¡Y muy bien vestida! ¡Se comió dos pedazos de torta con Dicumarol, el raticida, ¿viste? mezclado con  la harina. ¡Y que torta! Estaba toda bañada con chocolate... con algunas gotitas para las pulgas ¿viste?          - ¡Deliciosa! - me dijo.
            - Y lo bajó con unas copas de licor de naranjas que tenía un chorrito de Paratión, “el más fuerte veneno insecticida”, según dice la tele. Dentro de un rato ya va a estar vomitando, con mareos incontrolables, cefaleas, convulsiones, se le van a reventar los intestinos, y la diarrea de sangre va a ser tan explosiva que va a manchar hasta las paredes. ¡Ah! También se le van a perforar las venas y el estómago. Por lo menos eso es lo que dicen los prospectos. Calculo que mañana, para las 16 horas, a más tardar, ya va a ser el sepelio. ¡Una buena caza! Como decía Francisco:
- ¡Una caza mayor! - gritó la otra anciana.
            - ¡Y una buena acción! ¡Muy buena! Creo que junto con el gatito nos hemos ganado el cielo, Tita; no nos van a frenar ni en el purgatorio. Eso sí; cuando me confiese, el sábado por la tarde, al curita nuevo no le voy a contar nada.
¡¡A ver si me hace rezar 20 o 30 Ave Marías con el dolor de rodillas que tengo!!

© HÉCTOR GRILLO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


8 comentarios:

  1. Felicitaciones al autor.me gusta su estilo

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  2. "Caza Mayor" de Héctor Grillo es una muestra de lo que es un relato bien contado

    El lenguaje coloquial hace imposible que el lector pueda, ni siquiera imaginar, el sorprendente final

    Un momento amable para todos

    Saludos cordiales al escritor y a todos los lectores
    Mario Blacutt Mendoza

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  3. Hermosísimo relato,Hector Grillo, muy actual y creíble....Y el final inesperado....fabuloso!!!!!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, Yolimalo. No solo por este comentario, sino también por los anteriores.
      Muchos cariños, Héctor

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  4. MUCHÍSIMAS GRACIAS, ALEJANDRA.
    CARIÑOS, HÉCTOR

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  5. Muchas gracias por todos tus conceptos, Mario.
    Tus palabras, - y la de los otros comentaristas - me alegran la vida.
    Un abrazo, Héctor

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  6. Gran escritor, dejando en cada fragmento su corazón con profunda emoción, celebrando cada espacio y sus tiempos. MARAVILLOSO. FELICITACIONES. UN RELATO MUY ATRAPANTE.Elisa Barth.

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  7. Muchas gracias, Elisa. Me hiciste poner colorado.
    Cariños, Héctor

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