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miércoles, 17 de julio de 2013

OBSERVANDO

                                                 OBSERVANDO

Siembre acabamos sorprendidos cuando echamos una mirada al complejo panorama social, por la gran variedad de opiniones, luchas de fuerzas divergentes y rivalidades personales obtusas.
            A veces encuentras posiciones convergentes, reconciliadoras y más chocantes si cabe, con personas que por su posición social conservadora, es de esperar un planteamiento cerrado e inamovible. Sencillamente porque el que tiene no está dispuesto a que las cosas cambien y el desposeído intentará un cambio para mejorar y cada cual argumentará a su favor. Lo difícil es que los “sans culottes” anden  juntos.
            ¿Qué puede mover al consenso a una persona conservadora? Es la pregunta que me hacía al leer un artículo sobre la educación, en el que se apostaban por unos cambios tan lógicos y progresistas que formulados por una persona considerada de derechas, me parecían de lo más chocantes.
            ¿Y por qué una persona de buena posición económica, con vastos espacios de información y poder, no puede ser tolerante y consensual puesto que ha recibido mejor preparación?
            Ya por instinto, y cada vez que he tenido que participar en negociaciones con la parte “del poder, la información  y el dinero”, me he puesto a temblar y mi temblor ha ido en aumento en la medida que he detectado que la otra parte ha usado los mecanismos más tolerantes, educados y dulces que podía imaginar. Siempre he guardado en mi fuero interno el convencimiento de que hay varias maneras de que la violen  a una.
Marlon Brandon, hizo un uso exagerado de la mantequilla, en aquella ya vieja película “Un tango en París”. Desde entonces hasta ahora no creo que hayan cambiado demasiado las cosas ni los sistemas de negociación entre una clase social y otra.
            Todos luchamos por adquirir, por adquirir dinero, prestigio, cultura, amor, en fin, todos queremos más y al final nos convertimos en conservadores, natos o adquiridos, permanentes o pasajeros, pero hay que ver cómo nos agarramos a lo que consideramos una conquista. Así que, una misma persona podemos  verla, a través del tiempo, de un lado y otro de la balanza. Por ello, nos sorprende que un mismo  ser humano, en cierta época de su vida sea un ferviente revolucionario como después un recalcitrante conservador. Es importante saber quien es quien, y  en cada momento el lugar que ocupa  cada cual, para deducir por lo que se va a luchar.
            No comprendo porque tonta manía, cada vez que una persona se me acerca para convencerme de lo que no estoy de acuerdo, se me aparece la cara de Marlon Brando, y eso, tanto al nivel familiar, de amistad o laboral.
             Este recelo es el que permanece en mi y que no he podido evitar al leer el artículo en cuestión. Un planteamiento que yo suscribiría, porque en materia de educación ya es tiempo de que otros enfoques y otros valores se presenten, se discutan, en pro de una mejor convivencia. La violencia en las aulas no nos deja indiferentes. Mucho tienen que protestar los jóvenes, pero como se proteste también es importante.
¿Es el temor a la violencia en las aulas lo que hace que la Derecha apunte gestos, planteamientos y expresiones que siempre lo han sido de la  Izquierda? ¿Será porque el mal nos afecta a todos? Se respira un cierto tufillo de consenso ¿nos estarán haciendo la cama?
            A mí me gusta la derecha dura, cavernícola e intransigente. Por lo menos saber con quien me juego los cuartos, ya que la experiencia me ha demostrado que los cantos de sirena a lo único que nos han llevado es a perder un poco más en todos los aspectos. Por eso tanto la palabra consenso como artículos con planteamientos revolucionarios de personas de derecha me hacen ponerme a temblar ¿Por qué será?     

SALOMÉ MOLTÓ, poeta y escritora de Alcoy, Alicante, España.
Directora de la revista Siembra.
Miembro Honorífico de ASOLAPO ARGENTINA

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