Siembre
acabamos sorprendidos cuando echamos una mirada al complejo panorama social,
por la gran variedad de opiniones, luchas de fuerzas divergentes y rivalidades
personales obtusas.
A veces encuentras posiciones
convergentes, reconciliadoras y más chocantes si cabe, con personas que por su
posición social conservadora, es de esperar un planteamiento cerrado e
inamovible. Sencillamente porque el que tiene no está dispuesto a que las cosas
cambien y el desposeído intentará un cambio para mejorar y cada cual
argumentará a su favor. Lo difícil es que los “sans culottes” anden juntos.
¿Qué puede mover al consenso a una
persona conservadora? Es la pregunta que me hacía al leer un artículo sobre la
educación, en el que se apostaban por unos cambios tan lógicos y progresistas
que formulados por una persona considerada de derechas, me parecían de lo más
chocantes.
¿Y por qué una persona de buena
posición económica, con vastos espacios de información y poder, no puede ser
tolerante y consensual puesto que ha recibido mejor preparación?
Ya por instinto, y cada vez que he
tenido que participar en negociaciones con la parte “del poder, la
información y el dinero”, me he puesto a
temblar y mi temblor ha ido en aumento en la medida que he detectado que la
otra parte ha usado los mecanismos más tolerantes, educados y dulces que podía
imaginar. Siempre he guardado en mi fuero interno el convencimiento de que hay
varias maneras de que la violen a una.
Marlon Brandon, hizo un uso exagerado de la
mantequilla, en aquella ya vieja película “Un tango en París”. Desde entonces
hasta ahora no creo que hayan cambiado demasiado las cosas ni los sistemas de
negociación entre una clase social y otra.
Todos luchamos por
adquirir, por adquirir dinero, prestigio, cultura, amor, en fin, todos queremos
más y al final nos convertimos en conservadores, natos o adquiridos,
permanentes o pasajeros, pero hay que ver cómo nos agarramos a lo que
consideramos una conquista. Así que, una misma persona podemos verla, a través del tiempo, de un lado y otro
de la balanza. Por ello, nos sorprende que un mismo ser humano, en cierta época de su vida sea un
ferviente revolucionario como después un recalcitrante conservador. Es
importante saber quien es quien, y en
cada momento el lugar que ocupa cada
cual, para deducir por lo que se va a luchar.
No comprendo porque
tonta manía, cada vez que una persona se me acerca para convencerme de lo que
no estoy de acuerdo, se me aparece la cara de Marlon Brando, y eso, tanto al
nivel familiar, de amistad o laboral.
Este recelo es el que permanece en mi y que no
he podido evitar al leer el artículo en cuestión. Un planteamiento que yo
suscribiría, porque en materia de educación ya es tiempo de que otros enfoques
y otros valores se presenten, se discutan, en pro de una mejor convivencia. La
violencia en las aulas no nos deja indiferentes. Mucho tienen que protestar los
jóvenes, pero como se proteste también es importante.
¿Es el temor a la violencia en las aulas lo
que hace que la Derecha apunte gestos, planteamientos y expresiones que siempre
lo han sido de la Izquierda? ¿Será
porque el mal nos afecta a todos? Se respira un cierto tufillo de consenso ¿nos
estarán haciendo la cama?
A mí me gusta la derecha dura,
cavernícola e intransigente. Por lo menos saber con quien me juego los cuartos,
ya que la experiencia me ha demostrado que los cantos de sirena a lo único que
nos han llevado es a perder un poco más en todos los aspectos. Por eso tanto la
palabra consenso como artículos con planteamientos revolucionarios de personas
de derecha me hacen ponerme a temblar ¿Por qué será?
SALOMÉ MOLTÓ, poeta y escritora de Alcoy, Alicante,
España.
Directora
de la revista Siembra.
Miembro
Honorífico de ASOLAPO ARGENTINA
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