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viernes, 14 de junio de 2013

EL REFUGIADO, de Norberto Pannone


EL REFUGIADO

         La brisa helada abofeteó su rostro. Alzó las solapas del raído sobretodo y guardó con pesar sus manos en los bolsillos.
         Corría el mes de julio y el frío del invierno congelaba los sueños. El césped, se había teñido de amarillo enfermizo.
Con desesperación, el hombre añoró la primavera, pero ella estaba lejos, tan lejanamente lejos como su patria y los rubios recuerdos en brazos de su madre.
Siempre le había temido a todo lo extranjero. A la multitud. A la distancia. Recordó como había llorado aquel primer día de su arribo.
Su lenguaje resultó estéril. Sus gestos, ambiguos.

Atravesó la Avenida del Libertador, llegó hasta el monumento de los  españoles y se miró en las aguas heladas y sucias de la fuente, después, hundió su cabeza definitivamente.
El recuerdo final, fue el rayo de sol anidando en su torso desnudo, allá, en  su amada Belgrado.
Asustado, alcanzó a divisar la voluta de pólvora encendida del franco-tirador y el cuerpo de su hermano dormitando en un charco de sangre.
Era primavera… y abundaba la miel

Casi de inmediato, sucumbió el hambre y la nostalgia.
 

NORBERTO PANNONE © 2007 

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