El origen de las palabras: Refalar. Mulato. Jota
Refalar. Mulato. Jota
1.
Refalar
¡refalada!
El vocablo
criollo refalar proviene de
resbalar, suplantando a éste en Argentina y Uruguay. Ese agregado de la efe en
lugar de ‘sb’ lo mejora al hacerlo más gráfico, pues da la sensación implícita
de realizar esa acción en el verbo. Si aceptamos que resbalar proviene del latín relabor o relabi que a través de las generaciones
sufrió cambios fonéticos por los que traspuso dos consonantes y agregó otra,
cambiando además una vocal, mayor facilidad encontró el término para mudar en
el habitual vocablo rioplatense.
2.
Bernardino Rivadavia
Mulato
“Mulado” era el hijo de moro y goda o
viceversa, por lo tanto, más oscuro que el godo y más claro que el moro. El
vocablo árabe es muallad, que en
Hispania se transformó en muladi primero y en mulato más tarde, cuya analogía con mula (no con ‘mulo’ como dicen los
filólogos) fue aprovechada para hacerle etimología por la coincidencia de ser
la mula producto característico de dos razas diferentes, como el mulado.
Transportado el
vocablo a América por los negreros, con el uso llegó a sonar mulato, aplicado al producto del cruce de
la raza negra con la blanca. En su última forma esa palabra es probablemente de
los mismos negros, y se incorporó a los lenguajes europeos que tuvieron
contacto americano, sin otra alteración que la inevitable prosódica o fonética.
(La voz pardo que usamos en el Plata como sinónimo
amable de mulato procede de
las Antillas)
Esta es una transcripción de una nota a pie
de página del libro “Cosas de Negros”, de Vicente Rossi, de la pág. 236 de la
3ra. Edición.
3.
La Jota
Iota (Ι ι) es la
novena letra del alfabeto griego y tiene un
valor de 10 (ιʹ) en el sistema de numeración griega. La
palabra iota es usada en inglés y en francés para expresar
pequeñas cantidades.
La letra jota no existía en el
alfabeto romano, en el que se confundía con la “i” pero ambas están
emparentadas en tal medida que la letra jota se pronuncia como “i” en el alemán
moderno y en otras lenguas. La jota fue introducida en la imprenta por
tipógrafos holandeses y llegó al español de la mano de uno de ellos, Pedro
Ramus, razón por la cual hasta algunas décadas atrás, muchos la llamaban “jota
de Holanda”. Sin embargo los holandeses no inventaron la jota; la tomaron de la
iota griega, que provenía a su vez de los alfabetos hebreo y caldeo, en los
cuales era la letras más pequeña; de ahí surgió la expresión “no sabe ni jota”,
que equivale a “no sabe nada, ni la letra más pequeña”.
Eugenio de Nora en
“Futuro Envejecido” (España, pasión de vida) recrea la
letra “J” en estos versos:
…”La letra jota de jugar, jardín, /
las letras de alegría que arden solas, / ¿dónde están? Quisiéramos saber”…
Pero si nos
atenemos a la palabra jota en lugar de
la letra j debemos remontarnos
a la época de la influencia árabe en el mar Mediterráneo; ésta se dejó sentir
fundamentalmente en el sur de Italia y de la península ibérica, y esa
influencia también apareció en los bailes, siendo la jota una danza morisca hasta en su propio
nombre, si tenemos en cuenta que su autor fue el músico árabe Aben-Jot, que
residía en el reino de Valencia. De ahí se extendió a otros sitios,
fundamentalmente al reino de Aragón.
Es muy probable que
la modificación lingüística haya recorrido el siguiente camino: sus adeptos la
llamarían en un primer momento “la danza de Aben-Jot”, transformándose
posterior y sucesivamente en “la de Jot”, “la Jot” para concluir con el
conocido nombre de “la Jota”. Las migraciones, la transmisión oral de las
lenguas en sucesivas generaciones, los cambios fonéticos propios de distintas
familias, tribus o etnias, traen aparejados estos cambios que no deben
sorprendernos, como puse de manifiesto en mi artículo.
©CÉSAR TAMBORINI DUCA, poeta y escritor
argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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