Bob Dylan, premio Nobel de Literatura 2016
“Rebelde de la música,
dotado de místico magnetismo, este talentoso trovador representa la conciencia
de la juventud, de los hombres que se sienten confusos y de, los que buscan la
luz”.
John Reddy, periodista especializado, firma una nota sobre Bob
Dylan que se publica en la revista Selecciones del mes de noviembre de 1970.
Llevado por mi curiosidad de
saber quién es y quien fue Bod Dylan,
y por haber leído varias criticas-protestas y opiniones de diferentes grupos literarios
del mundo, algunas firmadas por literatos de nombre, comienzo a investigar
sobre este asunto para informarme con alguna exactitud sobre la obra y vida de
este artista premiado y discutido.
Entonces, en una larga noche de insomnio,
tomo al azar una vieja revista Selecciones
y descubro en sus páginas aquello que, sin duda, me estaba dado en conocer. Nada
más preciso, aclaratorio y contundente.
¿Premonición o
predicción?
La nota se titula:
“Un poeta de la música folklórica”
“La enorme muchedumbre, de
unos 200.000 jóvenes llegados de todas partes del mundo, esperaba el momento
desde hacía tres días. Reunidos en la isla de Wight, frente a la costa de Inglaterra,
aquellos jóvenes habían pasado las noches durmiendo al abrigo de setos vivos y
bajo una lluvia intermitente. Durante el día escucharon con bondadosa atención
a varios intérpretes de la música, pero entonces llegaba el momento de
presentarse el artista que había venido a ver y escuchar.
Bob Dylan salió a escena ya
bien entrada la tercera noche. Delgado de cuerpo, barbado el rostro, vestido
con un traje de color crema y una camisa amarilla, y con su figura parecida a
la de Charles Chaplin, ofrecía un aspecto angelical. Acompañado por un pequeño
conjunto musical, que lleva el sencillo nombre de “The Band”, empezó a cantar
con una voz que hacía, según comentó algún crítico, “el efecto de una inhalación de amoníaco para desahogar la cavidad
nasal”. Cuando concluyó, la enorme multitud estalló en una ovación sin
precedente, sin duda la más grande que se haya tributado jamás a cantante
alguno en Gran Bretaña.
La magnitud de la concurrencia
reunida en esa ocasión fue una nueva muestra de afecto singular, casi místico,
que en la nuevas generaciones viene obrando Bob Dylan, ídolo del rock’n’roll folklórico norteamericano. Para
los jóvenes de hoy (Año 1970), Bob Dylan es la encarnación misma del legendario
flautista Hamelín. “Para los de mi generación, es una mezcla de Shakespeare y
Judy Garland”, explica un joven crítico. “Lo que él nos dice, nos merece
crédito”.
Leyenda errante. En el campo
de la música popular, que varía constantemente y en el que tanto la fama como
la indiferencia pueden arrollar a un artista de la noche a la mañana. Bob Dylan
ha destacado, notable aunque nebulosamente, desde hace ya casi diez años, y su
popularidad sigue en aumento, como aumenta por intensificación electrónica, el
número de decibelios producidos por un conjunto de rok’n’roll. Visto ya como personaje de leyenda a los veinticinco
años, hoy, a los veintinueve, es multimillonario” -Bob Dylan aparece como un
joven de veintinueve años en el año 1970, actualmente estamos en el 2016, de
manera que su edad sumaría en la actualidad setenta y cinco años-
“Solamente en los EE.UU se han
vendido más de diez millones de álbumes fonográficos suyos, además de muchos
millones de discos sueltos. Docenas de grupos de músicos y cantantes ha grabado
las canciones de Bob Dylan, tales como Blowin’
in the Wind, It Ain’t Me, Babe y Mr Tambourine Man. Dylan cobra los
honorarios más elevados en las muy raras ocasiones en que ofrece un concierto.
Por su participación de una hora en el festival del verano de 1969 en la isla
de Wight, recibió 80.000 dólares.
Alguien le preguntó una vez:
-¿Quién te corta el pelo?
Y él respondió jocosamente:
-Mi banquero.
De Bob Dylan, hombre esquivo,
de imprevisible modo de ser, podría decirse que tropezó con el triunfo.
En su voz hay un áspero acento
que hace pensar en el aullido de “un perro que se engancha una pata en una
alambrada de púas”, como ha dicho alguien. Bob Dylan evita las entrevistas periodísticas
y es poco comunicativo en lo que toca a su persona. Tan hermética es su vida
privada, como la letra (vaga y antigramatical) de algunas de sus canciones. Con
todo y aunque resulte extraño, ese aire de misterio que rodea su vida y sus
canciones no ha irritado, sino cautivado, a sus admiradores.
Bob Dylan (cuyo verdadero nombre
es el de Robert Zimmerman) nació en Duluth (Estado de Minnesota) en 1941 y se crio
en Hibbing, villa minera de hierro situada a unos 100 kilómetros de la frontera
canadiense. El padre de Bob, vendedor de aparatos eléctricos para uso
doméstico, compró un piano al tímido regordete Bob y a David, su hermano menor.
Bob aprendió por sí solo a tocar el instrumento, como también la guitarra y la
armónica. “Yo no hacía más que escribir y cantar, dibujar algo, disolverme en
situaciones en me sentía invisible”, contaría Bob tiempo después.
Ya en la escuela de segunda
enseñanza, organizó su propia banda de música, para tocar rock’n’roll, género que a la sazón comenzaba a popularizarse.
Al salir de la escuela de
segunda enseñanza se cambió el nombre por el de Dylan y comenzó a recorrer el
país. Más tarde ingresó en la universidad de Minnesota donde mostró menos interés
por sus cursos que por cantar y rasguear la guitarra en las cafeterías del
lugar. Abandonó la universidad a los pocos meses y empezó entonces a viajar, a
pie o pidiendo transporte a los choferes que pasaban, y cantaba y tocaba donde
podía. De tiempo atrás le había conmovido hondamente la música del cantante
negro Woody Guthrie, quien por entonces se hallaba incurablemente enfermo en un
hospital de aquella zona. El cancionista moribundo y el muchacho de alicaído aspecto
trabaron íntima amistad. Parece que Bob Dylan tomó de Guthrie su estilo
vacilante y declamatorio, e incluso el pausado dejo popular.
Bob Dylan llegó a Nueva York
en 1961. De rostro fino, intenso, de abundante cabellera revuelta y delgada
figura, tenía el aire de un maizal de las praderas. Al principio actuaba en los
cafés de Greenwich Village (el barrio bohemio de la ciudad), cantando sus propias
canciones y acompañándose solamente con su guitarra, o bien arrancando a su armónica
un lamento tan triste como el silbido de un tren. La letra, de índole folklórica,
era una melancólica mezcla de soledad y cólera expresada en un gemido rustico,
pero Bob le comunicaba tal vitalidad que en breve el muchacho se ganó un
circulo reducido de admiradores. Uno de los jefes de la empresa Columbia
Records lo oyó cantar y lo contrató para hacer con él varias grabaciones.
El joven cantor no tardó en
perfeccionar un estilo personal, al dar expresión a los sentimientos de la
juventud, de los hombres que se sienten confusos y de los que buscan la luz. Por
los días en que los artistas populares norteamericanos difundían canciones
huecas e insulsas, aunque ruidosas, Dylan supo reflejar el sentir de la
juventud con vibrantes canciones de protesta, tales como: The Times They Are A Changin, Masters of War y Who Killed Davey Moore?
Sin embargo, Bob Dylan no conquistó la atención pública hasta 1962, año en que
compuso Blowinn’ in the Wind. Como número
culminante del famoso Festival Folklórico de Newport, del mismo año, salieron a
la escena en unión de Bob Dylan brillantes estrellas, tales como Joan Baez y
Pete Seeger, para cantar con él las obsesivas melodías de su canción Blowin’ in
the Wind. Fue un momento inolvidable, recuerda el director del Festival, George
Wein.
Esa canción fue el primer gran
éxito de Bob Dylan. No había pasado mucho tiempo sin que ya la hubieran grabado
más de 50 cantantes o conjuntos. A la vez que We Shall Overcome, la composición de Dylan había de convertirse en
el himno extraoficial del movimiento norteamericano en favor de los derechos
civiles. Dylan mismo tomaba parte activa en esta lucha, marchando en
manifestaciones públicas y asistiendo a reuniones celebradas en diversos
lugares del Sur, y actuando gratuitamente en funciones para beneficio de la
causa. Al poco tiempo ya se presentaba ante crecidos públicos en muchos lugares
del mundo.
Su programa de trabajo era
agobiador, pues debía viajar en avión de una ciudad a otra de su país, y su
abigarrada compañía de músicos, con el equipo que llevaba, ofrecía la
apariencia de una caravana de gitanos transportada por aire. Tan frenética
actividad no pudo menos que tener adversos resultados, y el mismo Dylan confiesa
que tuvo que refugiarse en las drogas para sostener aquel furioso ritmo. El notable
folklorista Alan Lomax predecía: “A mi parecer, Bob Dylan pasará a la historia
como uno de los grandes poetas de su tiempo… si es que antes no muere de
agotamiento”.
Cantos de libertad. A pesar de
su creciente fama, Dylan Dylan se mantenía obstinadamente independiente,
cultivando su pasión por el aislamiento. Dylan no abriga simpatía por las
causas organizadas, y dijo: “No formo parte de ningún movimiento: son lo mismo
que la política. No puedo tragar ninguna organización”.
Su música fue evolucionando en
forma imprevisible. Cada nuevo álbum de sus canciones seguía un rumbo diferente
de los anteriores y le ganaba nuevos admiradores, aunque también le restaba
algunos. En el Festival Folklórico de Newport, en 1965, el público obligó a Bob
a dejar la escena al abuchearlo por cantar sus composiciones populares acompañándose
de una guitarra eléctrica y prestándoles un exagerado ritmo de rock’n’roll. No obstante, supo atraerse
un público mayor entre la gente joven, capaz de identificarse con aquel original
acento y aquella fantasía “psicodélica”. El enorme éxito alcanzado en 1965 por
el número de Dylan Mr. Tambourine Man, estableció,
literalmente al son de los timbales, la modalidad del folk-rock, o rock’n’roll folklórico.
La nueva música de Dylan no tardó en hacer sentir su influencia en otros intérpretes
distinguidos de la música popular, y el éxito que alcanzó contribuyó a formar
gran número de cantantes de folk-rock famosos en el decenio último.
Consecuencia de un accidente. En
1966 el cancionista estuvo en un tris de matarse en la motocicleta, y todas las
radiodifusoras de música popular interrumpieron sus programas para transmitir
noticias del accidente. Con una vértebra rota y varias lesiones internas, Dylan
pasó muchos meses encerrado, “con los ojos clavados en el techo”. Su prolongada
recuperación dio origen a un torrente de rumores. Se decía que estaba
moribundo, o que había quedado paralitico o desfigurado, y que ya no se
ocuparía en la música. Cuando al fin le preguntaron cuál de esos rumores era
fundado, Dylan replicó jocosamente: “Todos ellos lo son”.
Los largos meses de convalecencia
solo sirvieron, por irónica circunstancia, para intensificar la mística que
envuelve a Dylan. Se hizo al artista objeto de culto popular y aparecieron
admiradores suyos que se ocupaban en examinar la personalidad del poeta y
cantor con la pasión que muestran los especialistas en la política del Kremlin
o de la China roja. Los álbumes de Dylan se vendían más que nunca. Transcurrieron
cerca de dos años antes de que Dylan saliera de su retiro para participar en un
concierto de beneficencia celebrado en el Carnegie Hall de Nueva York, en
memoria de Woody Guthrie.
Héroe folklórico. No deja de
ser una ironía que este artista, flaco y de estridente voz, cuyas canciones de
censura contra los males de la sociedad han hecho de él la conciencia de toda
una generación, se encuentre convertido hoy en un multimillonario. (“No sé cuánto
gano”, dice, “y no quiero llegar a saberlo nunca”.) Se propone seguir
escribiendo canciones y ofrecer de vez en cuando algún concierto, no con la
furiosa actividad de sus primeros años, pero tampoco con la parquedad de los
últimos. Dylan anduvo en gira durante cinco años, y hoy asegura que aquellas
fatigas, así como las drogas que tomaba, agotaron sus fuerzas. “No quiero
llevar otra vez una vida así”, dice. “La gente no necesita drogas ni
cigarrillos. Hay que librar al organismo de todo eso”.
En la actualidad, Bob Dylan
lleva una existencia tranquila y retirada, en compañía de su esposa Sarah y sus
cinco hijos, en una casa de Greenwich Village, en Nueva York. Graba en
Nashville (Tenesí), población considerada como La Meca de la música rural y del
Oeste norteamericano. “Durante mucho tiempo viví deprisa”, comenta, “y lo
lamento. Cuando va uno de prisa, no tiene conciencia como debiera de las cosas”.
Hace poco el crítico Alfred Arnowitz sintetizaba el asombroso efecto del arte e
Dylan en estos términos: “Casi por sí solo Dylan ha transformado la música
popular norteamericana. Ha dado origen a una nueva generación de poetas y es probable,
gracias a él, que la música contemporánea se convierta en la literatura de
nuestra época”.
Todo esto escribía el crítico
John Reddy en la revista Selecciones
de noviembre de 1970.
¿Premonición o predicción?
Bob Dylan, premio Nobel de
Literatura 2016
Diario El País, España
Por primera vez en la historia
del Nobel de Literatura, la gente no correrá a las librerías sino a las tiendas
de discos. Cuando la secretaria de la Academia Sueca Sara Danius ha pronunciado
el nombre, han retumbado todos los cimientos. Bob Dylan (1941, Duluth, Minnesota), premio Nobel de Literatura. La sorpresa en los
mundos de las letras y la música solo puede ser comparable a la que seguro ha
sido una legendaria, hipnótica, imbatible sonrisita pícara del galardonado al
enterarse, perdido como siempre en su gira
interminable alrededor del mundo, al margen del mito. Era el eterno
aspirante, así como un recurrente chiste entre los más escépticos y, sobre
todo, más ortodoxos. ¿Un músico, cuya única obra en prosa fue un fracaso,
cosechando el mayor de los premios literarios? Imposible. Pero lo imposible –y
vivir a contracorriente- es lo que mejor se le ha dado a este compositor que
cambió como nadie el concepto de canción popular en el siglo XX, añadiendo una
particular dimensión poética a la música cantada. Y tan importante como ese
determinante hecho: su influencia, reconocida por los Beatles, los Rolling
Stones, Bruce Springsteen y cualquier icono del rock y el pop que venga a la
cabeza, no ha hecho más que crecer a medida que ha pasado el tiempo. Ahora, con
este premio, y tras haber recibido antes el Pulitzer
o el Premio Príncipe de Asturias de las
Artes, la onda expansiva da para otro siglo.
¿Premonición o
predicción?
Recopilado por Norberto Pannone, Buenos Aires, Argentina,
octubre de 2016
Impresionante la vida de este coloso que nunca se sintió tal, aunque su vida ha representado una historia de esas que la vida recrea, sin intervención casi de su protagonista...Solo vivió como quiso, las notas fueron su guía y el Destino se encargó de acomodárselas para el éxito.....
ResponderEliminarMi opinión no es compartida por muchas personas. Pero tal vez valga para aquellas que sigan preguntándose qué decir sobre este acontecimiento.
ResponderEliminarYo lo considero una de las tantas maniobras de distracción del sistema. Mientras se sigue apoyando las guerras y las injusticias, la impunidad y la esclavitud del trabajo indigno o del no trabajo, surge la burla premiando a un cantante cuyas letras de protesta muchos cantan y pocos escuchan de verdad.
Me gusta su música, me gustan sus letras.
Pero de ahí a otorgarle el premio Nobel... Si no fuera porque creo lo que antes expuse, pensaría que los críticos y jueces de este premio han dejado de leer a los cientos de miles de escritores y poetas del mundo y ahora se dedican a escuchar música.
Ahora a pensar en serio, y sacar conclusiones...
Marian M.