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domingo, 14 de febrero de 2016

LA ESTACA, José Calcagni, Junín, Buenos Aires, Argentina


Imagen de: rafaelmartinez.67.tumbir.com

LA ESTACA

-Aaah, vos sos hijo dee… A tu papá lo vamos a matar esta noche.
-¿Cómo?
-Con un cuchillito.
-¡No seas bárbaro; no asustes al chico! –increpó la tía sin mucha severidad, como si sólo se hubiese tratado de un chiste de mal gusto. Y el energúmeno le había clavado una estaca que le rozó el corazón.
Tenía cinco años; estaba con la tía en casa de amigas y apareció esa cara que no olvidaría nunca; esa que encontraría después en la biblioteca del barrio, en una foto de la Comisión fundadora que colgaba de una pared. Junto a su padre y otras personas, parecía uno más en un grupo de amigos bien inspirados. Esa foto descubierta muchos años más tarde era sin duda anterior al anuncio macabro.
La amenaza, real o fingida, tal vez sólo un mensaje, revelaba una enemistad profunda, de esas que no suelen generar las bibliotecas. Pero el padre desarrollaba otras actividades, gremiales y políticas. Era ferroviario, era miembro de la Comisión Directiva del sindicato. Estaba afiliado al Partido Socialista, el de Juan B. Justo, Repetto, Palacios, Mario Bravo y Sánchez Viamonte. Pero no cumplía una función política, participaba solamente en las actividades sociales. Era en el gremio donde podía estar el origen de las enemistades. Precisamente por esos días estaba juzgando a un afiliado que la mayoría condenaba por anticipado, respecto del cual el padre y pocos más habían asumido una defensa encarnizada, que trascendía el ámbito gremial.
Guardaba celosamente en una carpeta la historia heredada y ahora la tengo yo, incluida la publicación en el periódico socialista del pueblo de acusaciones y alegatos. Es la fecha de este último la que me permite conocer la edad del niño en aquel momento.
Esa misma noche tendría lugar la asamblea convocada para resolver la cuestión.
El chico sabía algo de todo esto por las conversaciones de sus padres y sobre todo por los temores que algunas veces exteriorizaba su madre.
El abuelo lo acompañó hasta su casa después de cenar. Deseaba regresar antes; anunció su propósito de irse solo si no lo llevaban,   pero no se lo permitieron.
-Te va a llevar el abuelo.
-¡Vamos, abuelo!
-¿Por qué tanto apuro?
¡Pero si la tía sabía todo! ¡Y tan tranquila! Había que avisar sin pérdida de tiempo. ¿Cómo no estaban todos tan apurados como él?  Se trataba de evitar que ocurriese una tragedia.
Su padre salía cuando entraban; se cruzaron en el jardín. Su padre se inclinó para darle un beso, dijo algo al abuelo y siguió su camino.
Tanto tenía él para decirle pero no pudo. Se le anudó la garganta, se anegaron sus ojos, pero no pudo. Quiso correr tras él, detenerlo, decirle que no debía ir, que lo esperaban para…; sintió que ese beso sería el último, sin embargo no pudo moverse ni articular palabra. "Vamos" -dijo el abuelo–, tu mamá está esperando; -y entonces lo siguió.
La estaca penetró más aún porque a la zozobra que ya le dominaba se sumó un sentimiento de culpa por lo que creía inevitable. Por lo que tenía que evitar y no pudo, por indecisión, por no saber afrontar una situación difícil, por falta de carácter, por estupidez.
Se durmió muy tarde y despertó temprano. Con gran ansiedad preguntó a su madre:
-¿Dónde está papá?
-¡Qué pregunta! Trabajando, como todos los días.
Se dio vuelta en la cama, no para seguir durmiendo, sino para agradecer a Dios, del que mucho no le hablaban, pero sabía que era el que hacía las cosas buenas que le pasaban a la gente. 
Atenuado con los años, nunca se libró del todo del sentimiento de culpa por lo que no ocurrió pero pudo haber ocurrido. Por lo que no ocurrió porque el sino lo dispuso así, pero no porque él, que estaba en conocimiento de lo que se preparaba, dijera una sola palabra para evitarlo.
El sentimiento de culpa le quedó siempre asociado al recuerdo de aquella noche. Murió hace pocas semanas. Familiares y allegados que lo rodeaban cuando expiró no pudieron explicar de dónde procedía la estaca que apretaba entre sus manos.

© JOSÉ CALCAGNI, poeta y escritor argentino

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA



1 comentario:

  1. Relato que mantiene en vilo al lector,que hace que este continúe angustiado hasta el final....Muy bueno...!

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