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HARRY
A la serena crueldad del homo
sapiens… Acongojado.
Escuchen. La Historia de este Harry no es precisamente
la del inglés Potter, el joven mago de Howarts
que despertó, desde sus tierras de elfos, dragones y dementores, la imaginación de un incontable universo de niños, que
después fueron jóvenes y hoy, quizá adultos, y de adultos hoy, tal vez, más
adultos que entonces… Porque de Potter se aprendió mucho sobre eso de la
amistad, la valentía y el amor sin medida o como estatura del dolor ofrendado
por el bien del otro…
Pero Harry le decíamos nosotros al más
inútil de la barra; eso sí, porque no sólo ostentaba sus mismos jóvenes años y
esos horribles anteojos que el dibujante calzaba a Potter en cada tapa de su
libro de aspirante a hechicero –y a
despecho de la figura elegante y dulce que prefirió el casting para las
versiones cinematográficas de sus alucinantes aventuras-, sino que
compartía toda esa facha de pibe mojigato, cortado también en la frente –como el inglesito- pero no a causa de
un rayo mortal del Señor de las Tinieblas, sino por la certeza bien real de una
flecha lanzada por un arco casero, de vereda a vereda, por Groucho, el líder de
la otra banda de secuaces escolares con las que compartíamos territorio y
desmanes.
La respuesta no se hizo
esperar de nuestra parte, e ideamos lo que después sería –a la distancia y con
el pelo cano- la más atrevida de las venganzas contra Groucho y sus idiotas
útiles… ¡Ya verían, si de hacer daño se trataba! No habría Otra Vez para el
desgraciado correntino, escapado de las fazendas
brasileras y aterrizado por el hambre en nuestro abundoso litoral santafesino.
Hubo un juramento de odio
previo hecho con sangre de navaja nueva, muñeca con muñeca, entre los trece
muchachos que, ocultos en la Caseta Siguiente al refugio del guardabarreras,
culminara con la macabra ceremonia de descuartizar, pieza por pieza, al Caballo
Balancín que estúpidamente acompañaba su trabajo de sereno de ferrocarril por
la mañana, y de encargado de la Estación de Pesaje de mercaderías en los
depósitos de la Central del Mitre.
“Todos nos estamos muriendo”, me dijo La Voz en la Noche. Y eso me bastó para
aspirar el último aroma a poxiran que
guardaba en los bolsillos, hasta que Los Visitantes del Otoño vinieran a
encumbrarme con la masa blanca El Deseo de dominio absoluto, aunque más no fuera,
de Un Fragmento de la Realidad que odiaba y, al mismo tiempo, deseaba
conquistar… Y que ellos me habían
enseñado cómo: a tiros y cuchillazos, a sienes partidas y cuellos seccionados
por la yugular… Con cada entrada al reformatorio, más odio y más deseo de
venganza… ¡Pobre Groucho! ¡No sabía con quién se había metido el infeliz!
La Sábana a los Pies de la
Cama fue arrojada de un puntapié por la ira de conquistador que me abrasaba.
¡El Groucho y sus guachos jodidos estaban muertos! ¡Muertos! Al pibe Harry
nadie lo tocaba, excepto nosotros. Del pibe Harry nadie se burlaba, excepto
nosotros. Nosotros que, como esa loba lo había hecho con Rómulo y Remo, le
habíamos salvado y alimentado a escondidas de la pérfida bruja de su madre
abortista, La Esposa del General, de El Hombre que Amó, del fiolo traidor y asqueroso de barrio
Alfonso y alrededores, siempre listo a La Coartada de un Amante…; y que hasta
aprendimos a cambiarle los pañales y hacerle y darle la mamadera al pobre gurí…
¡Qué alma de madre nos da Dios a los que nada somos ni tenemos, ¡la pucha! Y a
pesar del carácter desalmado con que nos bautizara de prepo esta sociedad de traficantes de conciencias, de drogas y de
armas… El lejano oeste del Norte se había instalado en nuestro cercano este del
Sur…
Pero vamos al grano. Ya
Firulete me dijo que con Tres Cuentos Aleccionadores lo habían calmado al pobre
Harry que todavía gemía susurrando de dolor. A la sangre se la pararon con un
tapón de botella que estaba tirado en el suelo de la Caseta. Después, cuando se nos calmara la rabia,
alguien lo iba a llevar al Hospital Piloto de la ciudad… ¡Qué boquete le
dejaron en el frontis al pibe! Harry no es Nuestro Hermano, pero en la banda
era como si lo fuéramos, y La Mano que Ayuda no falta… Y su venganza artera
tampoco. Claro que si el cura Bueno se entera de lo que vamos a hacer, de
seguro que no nos invita más a tomar arroz con leche en la capilla San Lorenzo,
y terminamos todos presos por…
Ahora, hay un Cambio en el
Mar y El Río Estigia fluye corriente arriba y no importa la descripción de
Ciertas Extrañas Perturbaciones que se Produjeron en Aungier Street, en los dominios del mítico Dublín… Doy una nueva
patada al bollo de sábanas, abandono la película germana y sucia que veía, y
apago el maldito televisor en blanco y negro, mientras observo, en el espejo
del cuarto, mi cuerpo y estampa como la de un Ébano Absoluto e indestructible… (Todavía está fija en mí la trama argumental
de los hermanos Grimm, en su –tal vez- menos difundido cuento: “El Enebro”.
Ése, donde la infaltable madrastra asesina a su hijastro, culpa a su hija,
esconde el cuerpo en la comida que sirve al padre del pobre niño, entierra los
huesos, pero es descubierta por un pajarito avizor que desparrama la noticia en
el pueblo…).
El Deseo está claro.
Groucho debe sufrir y hasta morir si resulta necesario… En Harry cada uno de
nosotros veía lo peor: el abandono y las humillaciones constantes de un entorno
y contorno perversos que no dan ni oportunidades ni revanchas… Alguien me dirá:
che, mirá que el Groucho es otra víctima como ustedes también… Por eso mismo,
carajo, ¡que entre mosquitos nos pongamos espirales! No, lo que él con los
suyos le hicieron al Harry no se lo vamos a perdonar. El médico que lo atendió
ha dicho que la herida se le ha infectado gravemente y la cara del Harry está
irreconocible. Que tiene que punzarlo y no sé qué otras cosas más, porque si
alguna porquería se le va por la sangre al corazón o al cerebro, ¡fuiste!
La Ciénaga del Salado y el
Vertedero de Basuras cercano a sus orillas parecía el lugar ideal para hacer
funcionar el Carrusel de la Muerte. La Balsa nos acercaría para prepararle la
trampa, y hasta el Quinto Fragmento de su alma pediría misericordia luego de
que, cada uno de nosotros, en ronda, le fuéramos cortando un pedacito de ropa,
primero, y luego de carne; de carne de cabeza con cabellos, de carne de cabeza
sin cabellos, de carne de cuello, de carne de torso y caderas, de carne de hombros
y brazos, de carne de piernas y pies, y luego, de hueso de cabeza con cabellos,
de hueso de cabeza sin cabellos, de hueso de esqueleto de cuello, de hueso de
esqueleto de hombros y brazos, de hueso de esqueleto de torso y caderas, de
hueso de esqueleto de piernas y pies, y después, todo mezclado y sazonado con
bosta de caballo y excremento de perro, sumergido de a poco, de a gruesos
goterones en el remolino cenagoso y sobrenatural del País de Nunca Jamás…
Después, con el tiempo, el
hecho de que nadie hubiera descubierto nuestro crimen perfecto, habría sido
nuestra máxima condena; porque ahora, repitió La Voz en la Noche con su tono
aciago y espectral: “Todos nos estamos
muriendo”, y nadie puede darnos un poco de consuelo…
©ADRIAN NÉSTOR ESCUDERO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
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