ADIÓS
(En el atardecer de la vida)
La mesa está puesta, la cena la tienes en el horno, si
no te detienes en el bar con los amigos, creo que todavía la encontrarás
caliente.
No he podido evitar darme un paseo
por toda la casa, no tanto por dejar las cosas limpias y ordenadas, sino, para
ir recordando tantos y tantos momentos idos. Momentos buenos y menos buenos
conque hemos jalonado nuestra existencia. Desde el salón me llega la voz de
Gardel “Adiós muchachos compañeros de mi vida...”.
Ese cuadro que me regaló tu hermana
cuando acabó la carrera de Arte, muy agradecida por toda la ayuda que le
prestamos. El jarrón que trajimos de Limonges que Pedro casi nos rompe cuando,
de pequeño, lo cogió en uno de nuestros descuidos. Todo ha vuelto a mi mente y
¿cómo decirte toda la angustia de las vivencias que van configurando la
existencia? Casi sin darte cuenta surge un montón de recuerdos que habías olvidado
y que de repente, vuelven imperiosos imponiéndose. Mil reproches surgen de lo
que hiciste o de lo que dejaste por hacer. Pero ya nada de todo esto importa,
aunque ante un adiós, sin saber porque, repasas tu vida de mil maneras.
Este momento, aquel otro evaluando
acontecimientos felices, otros no tanto. La economía familiar que nunca
llegamos a ajustar ni a mi gusto ni a al tuyo. Tengo que reconocerlo, la economía
siendo tu quien la gobernaba y con lo que me otorgabas no quedaba margen para
muchas cosas a parte de la estricta comida. Ya sé, los gastos del niño si se
cubrían tanto como los de los días de caza, sí esos días que te ibas a la
Mancha con tu amigo Juan y en donde desaparecían los esfuerzos y el ahorro de
tantos meses. Pero tu tenías que irte, yo ya me compraría el vestido, si se
podía, que la más de las veces, era que no.
¡Cuantas preguntas surgen a la
mente, también reproches! Hubiera querido hacer esto, o aquello, no reaccioné a
tiempo ante tal o cual exigencia. En estos casos tan dolorosos, en los que las
dos partes tienen tanto que decir y que se suele sólo ver lo negativo del otro,
yo he decidido ver mi responsabilidad tanto como la tuya que nos lleva a este
adiós, dichoso para ti y tan frustrante para mí.
Pensaba que sería más difícil
decirte adiós. En cambio, ahora estoy tranquila, temía dejar todo cuanto
configuraba mi existencia, pero sin tu amor, ¿qué puede importarme, el jarro de
porcelana, los hermosos cuadros, las sábanas de seda o el sillón declinable?
Claro que mientras te crees amada,
todo se aguanta, aunque la dedicación que recibes sea escasa. Por eso cuando
hablamos y me dijiste que ya no me amabas, que otra ocupaba mi lugar en tu
corazón, ¿qué mejor solución que decirnos ADIÓS?
Ya sé, tengo que aceptar que todo
empieza y termina, que nada es para siempre. Que debemos otear otros horizontes
y aunque partamos con el corazón roto y el ánimo abatido, seguro que este adiós
que te brindo y que te libera de mí, me
abrirá el camino a otros recursos y
otras esperanzas porque este adiós, es más que cerrar una puerta, es abrir una
ventana al cielo. Un cielo lleno de esperanzas, de promesas, en el que tanto
tengo que conquistar y en donde pienso tener mi lugar, ni por debajo ni por
encima de los otros, justo al lado de los demás. Mientras Gardel continua con
su “Adiós muchachos compañeros...” Adiós, Adiós Gardel.
©SALOMÉ MOLTÓ,
poeta y escritora de Alcoy, Alicante, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
Salomé Moltó es la costurera de la prosa. Igual que una modista toma retales y confecciona una prenda, llega Salomé, toma una anécdota, una situación vital, y la transforma en un relato.
ResponderEliminarUn saludo
Marián Muiños
Salomé, fuente de sabiduría de vida en cada una de las frases de este perfecto pantallazo....!Y las cosas son así, tal cual las escribes con esa sencillez y franqueza de los verdaderos estudiosos de los avatares no solo de la vida de un país o el mundo, sino de la conjunción de guerra y la paz, tanto del planeta,como de las intrincadas vicisitudes de la Vida y el amor....!!!!
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