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RECUERDOS
DE UNA INFANCIA CARENCIAL
.-Una mano saliendo de entre las
pequeñas cortinas del escaparate atrapó una pieza que brillaba reluciente en el
frutero. La frotó suavemente y la volvió a depositar encima de las otras
hermosas y grandes piezas, que al parecer, eran manzanas.
.- ¿Qué es eso tan hermoso? Dije
llena de admiración
.- ¿¡Pues que va a ser, una
manzana!?, repuso mi amiguita
.- ¿Cómo una manzana? No es
posible, las que compra mi madre son más pequeñas y llenas de agujeros de los
gusanos, ese tipo de manzanas nunca las había visto.
.- ¡Pues bien, eso son manzanas!
Pero a saber quién las puede comprar a ese precio.
Habíamos salido de la escuela mi
compañera y yo a dar un paseo por la calle principal e íbamos comprobando como,
si fueran trajes de Dior, los comerciantes exponían sus productos alimenticios
en los escaparates para su reclamo y que la mayoría de los ciudadanos no
podíamos comprar. Ahora, pasado ya mucho tiempo, se ven buenos vinos, licores
exquisitos de marcas costosas, rarezas de hábitos refinados, como las latitas
de foie gras, de caviar iraní y otras delicatesen, entonces, se exponían lo que
muchos hogares no podían adquirir, manzanas hermosas entre otras varías cosas.
Si las guerras son devastadoras y
horribles, las largas posguerras se prolongan despiadadamente a través del
tiempo sometiendo a la población a una angustia pertinaz y frustrante que sólo
los niños pueden llevar con más paciencia y menor desencanto.
Mi trabajo a la vuelta del colegio
era, mientras mi madre hacia la comida, mi abuela intentaba amañar una ensalada
de lo que podía garaspillar por la despensa, ya que las neveras solo las
veíamos en las películas de Humphrey
Bogart y que todavía estaban a años luz de poder ocupar un espacio en
nuestros hogares, que todavía cocinábamos con el hornillo de petróleo poniendo
todo el interés del mundo para que no penetrara el olor del petróleo en la
cazuela, pues sí, a mi vuelta del colegio, mi tarea se ceñía en pelar un montón de pequeñas y flácidas manzanas, con el fin de
que quedara como postre, por lo menos un plato para después del arroz.
.- He visto en un escaparate un
frutero con unas “cosas grandotas y relucientes” que dice mi amiga que son
manzanas. Comparadas con esto que estoy pelando… ¡Mira una lombriz! ¿La tiro?
–. ¡Qué vas a tirarla!-- dijo mi
madre. Así las tirarías todas. ¡Ni
hablar! Redondea con el cuchillo el trozo donde está el gusano y el resto lo
pones en el plato. Esas enormes manzanas, que has visto en el escaparate de la
frutería, no valen nada, no tienen sabor, ¡éstas son las buenas! ¿O qué te crees
tú, que los gusanos son tontos? Ellos escogen siempre las mejores, las más
dulces.-- repuso mi madre con énfasis
Yo seguía pelando manzanas y
pensando que a veces los pobres se conforman con muy poco, y que siempre hay
argumentos para consolarnos de nuestras carencias.
©SALOMÉ
MOLTÓ, poeta y escritora de
Alcoy, Alicante, España.
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Que madres las de aquellos tiempos, que sabias, amnegadas e inteligentes mujeres...Una postal que las niñas de estos tiempos, ni se imaginan!!
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