Bienvenidos

lunes, 16 de junio de 2014

CORTADA DE BOLLINI, escribe César Tamborini Duca, de León, España



Imagen de : www.vuenosairez.com



CORTADA DE BOLLINI (Noviembre de 2006)

Esos chamuyos discordantes
de misteriosos ecos, vociferantes
profanando el silencio de la noche
voces incomprensibles, que eran broche
del suburbio, la gayola y aquel lazo
que los tuvo maniatado: el escolazo.
Vinieron desde el Sur, a la Cortada
de Bollini, por sus duelos tan mentada;
los matungos, chapaleando por el barro
arrastrando a esos malevos en un carro
traspasando la frontera del murmullo
y entonando sus proezas con orgullo.
¿Qué misterio los impulsa, de coraje
para acortar distancias, en un viaje,
de un retorno victorioso muy dudoso
de la Cortada, ya es sabido, peligroso?
Nadie lo supo, aunque parece
ser las mentas de una daga, que estremece
en esos conventillos del suburbio
por su dueño, el de un pasado turbio
que incitaron a los otros, tan lejanos
a emprender ese viaje. No fue en vano
el corralón de Mario fue testigo
de la viril contienda intensa
mientras ojos asombrados, del postigo
espiaban bajo la luna inmensa
el brillo entrechocado del puñal
que de algún modo intuye ese final.
El final de un muerto con su cara de asombro
que una luna lunfarda alumbró sin inquina;
igual que ese farol de patio, o el de la esquina;
un muerto que ya no llevará su poncho al hombro.


En mi libro “CHE, Lunfardiada” rindo homenaje poético a Jorge L. Borges con un capítulo denominado “Borgeando”, en el cual incluyo poesías de mi autoría que guardan relación con sus escritos, como ésta que les presento ahora. Decía Borges que hacia mil ochocientos noventa y tantos a pasos del Hospital Rivadavia, zona que alguna vez se llamó la Tierra del Fuego, los hombres bravíos de ese entonces elegían una ‘cortada’ en ese arrabal para los duelos a cuchillo. Algún vigilante curioso observarías las idas y venidas de los aceros, en contienda duradera si los duelistas eran hábiles para el manejo del puñal, y del poncho en su mano izquierda. Resultaban apócrifas sombras mitológicas, que hoy resaltan por su ausencia, como los conventillos o los corralones.

CÉSAR TAMBORINI DUCA, poeta y escritor argentino residente en León, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


2 comentarios:

  1. Cesar, siempre es un placer leer lo tuyo, son parte de un ayer de tangos y milongas que forman parte del ser argentino.

    ResponderEliminar
  2. Cesar , pintaste con tus palabras el arrabal , al leer parece que vemos el poncho en la mano izquierda y los duelistas cuchillo en mano tratando de vengarse . El barro de las calles los mirones escondidos tras los postigos
    me gustó mucho
    Un abrazo desde Uruguay
    Sonia

    ResponderEliminar