LAS LLAVES
Javier entró en la casa dejando caer la maleta y sentándose en el
sillón completamente agotado. Tantas horas de vuelo, el incómodo asiento, lo
que tuvo que caminar para encontrar un taxi, en fin, toda había contribuido a
aquel cansancio que lo dejó postrado más de una hora en el cómodo sillón de tía
Eulalia. La tía, que tanto había querido y con la que pasó toda su infancia.
La tía Eulalia no
se casó nunca, cuando su hermana Clara, la madre de Javier, murió, se hizo
cargo del muchacho y cuando su cuñado se
volvió a casar con aquella andaluza que vino a la recolecta de la
aceituna, ella pudo cuidar de su sobrino como una verdadera madre.
A Javier le venía
a la mente las batallas de su tía contra su cuñado que se llevó al muchacho a
su nueva casa con la nueva esposa y la hija de ambos que nació al poco tiempo.
Eulalia tenía la batalla perdida, ella era sólo la tía del muchacho y ninguna
responsabilidad sobre él, así que tuvo que conformarse y presentar batalla de
forma sutil. Pronto comprendió que el muchacho no estaba demasiado a gusto con
su madrastra ya que ésta no tenía más amor y atenciones que para su hija y el muchacho, en el fondo,
le estorbaba. Con paciencia infinita y mucha inteligencia, Eulalia consiguió
que el muchacho pasara más tiempo en su casa que en la de su padre. Se estableció una creciente complicidad entre
tía y sobrino, al tiempo de que el muchacho
fue creciendo sin sentir en el fondo la ausencia de su madre. A tal
deducción llegó cuando sentado en el sillón iba recordando su años de infancia
y de adolescencia. Su maestría en el
violín también se lo debía a ella que un buen día se empeñó en que estudiara
solfeo y posteriormente le pago los caros estudios de violín en Alemania.
La verdad sea
dicha que todo se lo debía a ella y ahora aquella casa, con aquel hermoso
jardín también le pertenecía como heredero universal de su “tita”, como él la
decía.
Había permanecido
tres años seguidos en Inglaterra, estudiando inglés e interpretando, donde
podía, sus conciertos de violín. Llegó a tener plaza en una orquesta en Londres
de renombre, pero sus desavenencias con el director de la misma, le hicieron
volver a su país.
No pudo asistir
al entierro de su tía, no sabía que estaba enferma, la noticia que se la dio su
padre por teléfono lo conmocionó muchísimo, paso varios días depresivo.
Ahora de golpe
volvía a la casa donde había pasado casi toda su vida. Cada rincón tomaba un
encanto particular, cada objeto se
presentaba con matices y detalles inusitados. Todo le parecía más hermoso, más
sutil, más lleno de fuerza.
Abrió su maleta,
pero no se atrevió a colocar sus enseres en el armario. Cenó muy poco y se
acostó. A la mañana siguiente, emprendió la tarea de vaciar la maleta. Pronto
descubrió el pequeño estuche que le dio su tía antes de coger el avión camino
de Inglaterra. “¡Toma estas llaves, son del pequeño cofre que está en la
cómoda!”. Javier le daba vueltas a la cabeza pensando a que venía tanto misterio. El estuche con las
pequeñas llaves había permanecido en la maleta todo aquel tiempo y que había
olvidado completamente “Menos mal que he guardado todo este tiempo esta maleta
que si no, las hubiera perdido cuando la hubiera echado a la basura. Pensaba,
cuando se decidió a abrir la cómoda y con aquellas pequeñas llaves el cofre. En
su fuero interno pensó con alguna
cantidad de dinero que la tía había ahorrado durante un tiempo. Pero no fue
así. Sólo había un sobre que al abrirlo leyó con detenimiento.
“Querido Javier,
mi ahijado, mi hijo, que no mi sobrino:
Te vas a Inglaterra para seguir tus estudios, siempre te he dicho que no debes
de descuidar tu formación, pero que debes hacer lo que de verdad te guste, esto
te hará más feliz. Yo me encuentro muy enferma. No lo he dicho a nadie porque
no quiero que nadie se preocupe por mi, y menos tu, no quiero obstruir tu vida,
por eso le he prohibido al médico que hable del cáncer de roe mis entrañas. Mi
vida no tiene importancia, sí la tuya que no quiero empañar con preocupación
alguna. Quiero no obstante que sepas el gran secreto con el que hemos tenido
que vivir esta familia. Mi hermana Clara, que estaba casada desde hacía un par
de años no tenía hijos, todavía, decían ellos, en cambio, yo la pequeña sí.
Rompí con mi prometido y a los pocos días me percibí de mi embarazo, no estaba dispuesta
a volver con él y decidí tener mi hijo sola. Pero eran tiempos difíciles,
sobretodo porque nuestro padre era terriblemente severo. Así, entre las dos
hermanas urdimos la situación de hacer creer que ella era la que estaba
embarazada. Fue toda una comedía que llevamos a término con mucho recelo y con
la complicidad de tu padre, que sin ser lo, no dudó en llevarte con él
amenazándome con descubrir el engaño. Yo estuve al punto de decir la verdad
cuando falleció mi padre, pero ya mi hermana desaparecida, la situación
asentada tal cual, no tuve valor, al fin y al cabo te tenía conmigo.”
¡Era mi madre! Repuso Javier asombrado.
© SALOMÉ
MOLTÓ, poeta y
escritora de Alcoy, Alicante, España.
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
|
ÚNICO ESPACIO OFICIAL DE DIFUSIÓN GRATUITA PARA NUESTROS MIEMBROS. NORBERTO PANNONE
jueves, 2 de enero de 2014
LAS LLAVES, de SALOMÉ MOLTÓ, Alcoy, Alicante, España
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Norberto, están todos los socios de Argentina en esa lista?
ResponderEliminar