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martes, 27 de noviembre de 2012

COSAS PEQUEÑAS, PEQUEÑAS COSAS


COSAS PEQUEÑAS, PEQUEÑAS COSAS

Mi querida Ángela: Hoy quisiera hablarte de las pequeñas cosas, que no por ello, tienen que ser cosas pequeñas.
Yo sé que soy un marido bastante huraño, seco, tristón que no te atiendo como mereces, pero ya sabes lo mucho que tengo que trabajar para que en casa no falte de nada.
Así que voy, vengo siempre atareado, gruñendo más de una vez.
Nosotros los hombres queremos hacer grandes cosas, emprendemos negocios en donde “todo el mundo se va a dar cuenta de lo mucho que valemos”, aunque el banco no nos conceda la financiación necesaria y todo se quede en agua de borrajas. Nos decimos que esto y que aquello va a ir estupendamente y va a dar un resultado grandioso, y rápidamente nos subimos en el tren de la fantasía y no paramos de soñar en cosas grandiosas. Salimos a la calle convencidos de nuestro talento, de nuestra prestancia, de que podemos convencer a este o aquel cliente de lo que le ofrecemos, es lo mejor.
Pero, como te decía al principio mi vida esta jalonada de pequeñas cosas, de hermosos y diminutos momentos que han sembrado mi existencia y han tejido un sólido y resistente enjambre, y ese mundo hecho de pequeñas cosas, te lo debo a ti.
No falta gente que apunta, a que el veneno, se coloca en pequeños frascos, y que en pequeñas dosis nos mata y la droga que en pequeñas cantidades nos va degradando poco a poco. He aquí pequeñas cosas que son nocivas, por supuesto, pero también en frascos pequeños está el perfume, que aquella noche y otras también culminó un gran momento de amor, sí, en pequeñas gotas que enervaron mi ánimo.
¿Te acuerdas aquellos pequeños golpecitos en la puerta de mi despacho para decirme “déjalo trabajas mucho”, ese pequeño café que me ofrecías con pequeñas galletas, esa pequeña sonrisa cómplice que me regalaste al reparar el lavabo y otra al acordar la transacción económica, el día que yo andaba muy nervioso. Ese pequeño “buenos días” al despertarme y esos pequeños besitos con que acariciaste mi espalda. Sí mi amor, todas esas pequeñas cosas, tan hermosas, cosas silenciosas, dulces como las pequeñas manos de nuestra hija que cogía las mías a los pocos días de nacer.
Mis pequeños niños, eran esas pequeñas cosas que me hacían volver a casa con ilusión.
Y todas esas pequeñeces han configurado una gran felicidad por que han sabido adornar nuestra existencia con las muy grandes e importantes, pequeñas cosas.

SALOMÉ MOLTÓ, Alcoy, Alicante, España
Miembro Honorífico de Asolapo Argentina.

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