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martes, 2 de diciembre de 2014

"ENTRE MONTAÑAS", escribe Salomé Moltó, de Alcoy, Alicante, España




ENTRE MONTAÑAS

            Quizás nunca hemos sabido valorar la enorme fuerza de las montañas, quizás esta vida estresante urbanista, que vivimos, nos haga mirar más al suelo que al cielo. Y sólo basta que levantemos la vista, sobre todo en esta región, para maravillarnos de las montañas que como puntillas de majestuosa blonda   nos rodean.
           
            Quizás tampoco nos hemos preocupado y ni siquiera preguntarnos que como nicho de nuestra existencia, estas magníficas catedrales de la naturaleza han tenido influencia en nuestra historia, quizás, quizás tendríamos que ponernos a meditar.
           
            Sentiríamos, no sólo la ligera brisa que acaricia nuestro rostro, un aire benefactor que nos mima, unas veces fuerte, otras suave, que quiere hacerse sentir como diciéndonos: “Estoy aquí, os saludo” y yo suavemente dejo que se hinchen mis pulmones mientras dejo vagar la mirada por los frondosos árboles que suben hasta la cumbre en contraste con la corriente de agua que baja ligera hacía el valle.
           
            En estas montañas donde domina el pino, pocos árboles caducifolios se dejan ver. Uno veo, muy frondoso, donde se cobijan los abejarucos con sus flamantes picos largos y sus múltiples colores. Si por la noche nos visitan los flamantes búhos, y las astutas zorras a la búsqueda de alimentos, al igual que los jabalíes, que en manada suben y bajan la montaña, el día amanece expectante, la bruma se eleva y por los cielos cruzan las golondrinas raudas, las ardillas escalan los pinos en busca de las deliciosas piñas que con tanto afán desgranan. El silencio es sólo aparente, pues un hermoso mundo natural vive y pervive en una armoniosa existencia natural.
           
            Me siento acariciada, voluptuosamente penetra en mi este dulce viento que me hace dormir al va y viene de su cadencia y me siento bien, muy bien muy bien, como parte de ella misma.
            En uno de sus picos, no el más alto por cierto, un castillo nos traslada a épocas lejanas cuando la defensa del valle dependía de la comunicación a través de reflejos de los espejos de un castillo a otro, los cuales avisaban de los jinetes, posibles enemigos, que invadían el valle, pero cuando llegaban al centro del territorio ya eran esperados, saliendo a su encuentro huestes de los guardianes locales.

            Sí, me consta que esas montañas son eternas. Un descubrimiento arqueológico en 1957 de una necrópolis nos descubrir la existencia de un pueblo ibero de hace unos cinco mil años y de sus contactos con fenicios, griegos y pueblos antiguos ya desaparecidos, vemos la gran importancia, vieja y antigua de nuestra cultura mediterránea y que estas montañas siguen abrigando y apoyando a través de tantos siglos.
                                                                                                                     
© SALOMÉ MOLTÓ, poeta y escritora de Alcoy, Alicante, España.
MIEMBRO HONORIFICO de ASOLAPO ARGENTINA






4 comentarios:

  1. Aquí en el Norte Argentino vivimos entre montañas, y es verdad, tienen su fuerza y su caricia que no todos valoran. Mis felicitaciones Salomé. Leticia Mure . Miembro de ASOLAPO, Tucumán. Argentina

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  2. Paisaje espectacular que entre los altos picos y montañas con figuras caprichosamente dibujadas, acarician ayudadas por las brisas, vegetaciónes tupidas alimentadas por manantialles imponentes .....Y el mar, siempre besando sus bases, y el sol infaltable compañero de tanta belleza. Así,Salomé Moltó,he visto a través de tus palabras conocedoras de esas maravillas naturales,todos los colores de esta parte imponente de España.....

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Sí es verdad, las montañas nos influencian, gracias por vuestra deferencia.
    Salomé

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