Imagen de:www.clinicadeansiedad.com
“Muchacho, tú deberás
cargar ese peso, acarrear ese peso un largo tiempo”
(Boy, you´re gonna carry that weight, carry that weight a long
time). “Carry that weight” “Carga ese peso” (Lennon / McCartney)
"Hola,
te caigo bien?" Graffiti
en Av. Curapaligüe y Alberdi (Flores).
“Hemos
modificado tan radicalmente nuestro entorno que ahora debemos modificarnos a
nosotros mismos para poder existir dentro de él.” Norbert Wiener
“Yo busco una canción, que ya escribió
mejor alguien que quiso ser otro, y jamás lo fue.” “Pretensiones” Ella es tan cargosa
“C'est la vie” (Es
la vida) Graffiti en Moldes al 1400.
Por
fin, Lucas despertó. La noche había sido febril, llena de desvelos y
duermevelas con extrañas pesadillas. Solo durmió, al amanecer, el corto sueño de
los insomnes. Con esfuerzo dejó la cama, cuidando de no molestar a su gatito,
que siempre dormía a sus pies.
Adormilado
fue al baño, orinó, lavó su cara, sus manos y sus dientes. Limpió sus anteojos
y se vistió la misma ropa de todos los días. Ahora sí, despabilado, estaba casi
inmerso en el mundo.
Lucas
terminó de tomar el café con leche. Sin pan, para no engordar. Se lo comió el
gatito, con su leche. Lucas entregó la taza vacía a su madre y fue hasta el
galpón, con el gatito caminando por detrás. Se subió a un banquito, desplazó
unos libros viejos desde el último estante y bajó un paquete envuelto en
franela que tenía un leve olor a aceite. Y más leve aún, un lejano aroma, recuerdo
de su padre.
Quitó
la tela. Abrió otra cajita y fue acomodando su contenido con una delicadeza casi
femenina. Suavemente, como si él supiera de esas cosas. Notó una oscura
frialdad cuando lo guardó en el bolsillo.
Regresó
a la cocina, tomó sus libros, cargó su mochila y sin hablar, besó muy fuerte a
su madre. Lucas todavía tenía un resto de esperanzas, como siempre las tenía.
El
gatito se detuvo en el umbral y lo miró; era su despedida de todas las mañanas.
Al
llegar a la escuela sufrió dos sentimientos encontrados, la sensación de
ingresar nuevamente al infierno, como todos los días, y a su vez, la
tranquilidad más absoluta. Como si ahora fuera una noche de luna, en el
invierno, y él fuera un barco navegando hacia algún puerto, donde alguien lo estuviera
esperando.
Pero
apenas entró, la vio. Ella era el primer dolor, la chica de sus sueños, su amor
imposible. La dulce imagen que se repetía en sus siestas y en sus noches, y en
las horas de estudio. La causa e inspiración de tantas florcitas escondidas y
corazoncitos dibujados en su cuaderno. Ella también lo vio y al instante puso
cara de asco. Hizo algún comentario a sus amigas y todas se rieron
groseramente. Una de ellas hizo una mueca burlona y le dijo algo pero él no la
oyó. Lucas sintió que sus mejillas ardían. Bajó la vista, avergonzado, y
comenzó a perder el sosiego. Oyó rechinar a sus propios dientes y retumbar a su
corazón.
Sintió
una trompada y un empujón por la espalda. ¡Qué
hacé, gordo boludo! dicho en medio de carcajadas. Comenzaba el martirio de todos los días, la tortura diaria de la
que no podía escapar. Lucas pensó que alguien, algún demonio malvado, injusto,
incomprensible, le estaba robando la adolescencia. La paz… Más aún, le estaba
robando toda su vida por completo. Contra ese maldito él no podía luchar, no
era tan fuerte.
Hubiera
pedido socorro a mamá; estiraría sus brazos, sus manos para tocarla, pero ella
no estaba. Trató de escucharla, de abrazarla - acurrucarse y dormir en sus
brazos - pero no, él estaba definitivamente solo.
Lucas
trató de avanzar hacia el aula, pero recibió un puñetazo en el estómago. ¡Bajá la panza, gordo sorete! Lloró una
sola lágrima, que bajó rápida por su mejilla. Pero trató de mantenerse firme y
seguir caminando.
También
podría gritar y pedir ayuda, algo, o alguien, ¿un preceptor? una palabra, una
mirada de apoyo pero nadie en la escuela se la dio. Solo se escuchaba un
zumbido chillón y un ruido sordo, un montón de voces lejanas que giraban y
giraban como un trompo. Pero nada más.
Hizo
apenas unos pasos cuando sintió un doloroso cachetazo sobre la oreja izquierda,
desde atrás. Eso le torció los anteojos, que casi se caen al piso ¡Forro!
Escuchó
las risas de las chicas, como el eco de un coro desafinado… Su corazón golpeó
más fuerte y retumbó en su garganta.
Y
alguien retorció, sin un aviso siquiera, el lóbulo de su oreja derecha. Los
labios de Lucas se secaron en un instante y sus ojos se pusieron lejanos, vidriosos
y vacíos. Metió la mano en el bolsillo y el frío del metal lo tranquilizó
nuevamente, como si todo su cuerpo se hubiera metido en el hielo…Se apagó el
sonido de su corazón.
Solo
faltaban unos metros para el aula. Ya llegaba, ya llegaba… Pero justo se cruzó
el bravo del curso. Se paró delante y le tomó suavemente los testículos. Los
acarició y luego los apretó fuerte, muy fuerte, y le dijo al oído en un
sospechoso susurro ¡Gordo puto! Fue
lo último que hizo. Lucas lo mató de un tiro en el vientre y otro en el pecho.
Luego mató a otros dos que intentaban huir; a uno de un balazo en la cabeza y
al otro de un disparo en la espalda. Después, lentamente, paradito allí entre
el humo y el olor, en medio de un silencio espantoso, se apoyó el caño caliente
en la garganta, tuvo una última visión de su gatito y apretó el gatillo.
Cuento galardonado con el 1° premio en
el lll Certamen de poesía y narrativa de SADE, filial Junín, septiembre 2014,
Buenos Aires, Argentina
© HECTOR GRILLO, poeta y escritor
argentino.
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Héctor, aún emocionada con un cuento que tiene en vilo al lector desde la primera frase....Retrato de un alma que vive angustiada ,herida profundamente por la discriminación de cualquier tipo que es la perversa actualidad....Introduces al lector, gradualmente en la pesadilla de una vida atormentada que ensombrece sus decisiones y acelera su fatal decisión.....Merecido galardón, ¡Enhorabuena! Y.S.Molina.
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