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sábado, 12 de julio de 2025

CARLOS GARDEL A 90 AÑOS DE SU TRÁGICO ACCIDENTE - Roberto Alifano - Buenos Aires, Argentina

 



CARLOS GARDEL A 90 AÑOS DE SU TRÁGICO ACCIDENTE

Los artistas populares son figuras que trascienden el medio social y son admirados por un entorno que en casos muy especiales los hacen arquetípicos. Esos elegidos son modelos a seguir y símbolos de aspiraciones; incluso objetos de devoción. Al forjarse la leyenda se convierten en personajes monumentales que resaltan los aspectos virtuosos, creando una narrativa que enriquece el imaginario colectivo, convirtiéndolos en leyendas. De allí la creación del mito popular, que lleva a mucha gente a identificarse con ellos hasta imitarlos, sintiendo que comparten sus aspiraciones, luchas y valores. Siempre dejan, por lo general, una influencia cultural significativa que incide en el lenguaje, la moda y las tendencias. También es importante señalar que la idolatría puede ser objeto de crítica, especialmente cuando se transforma en fanatismo o cuando los ídolos caen en desgracia. No ha sido el caso de Carlos Gardel cuya imagen y leyenda perduran en el tiempo.

Un 24 de junio de 1935, en el Aeródromo Olaya Herrera de Medellín, Colombia, que hace algunos años fue cerrado, un trágico accidente causó la muerte de 17 personas, entre ellas la de Carlos Gardel, la máxima figura del tango argentino y de la historia popular del continente. La terrible tragedia de la aeronave que lo transportaba colisionó en tierra con otro avión que esperaba en la pista para levantar vuelo.

La noticia estremeció a millones de personas en el mundo y dejó una herida abierta en la historia del tango. A partir de allí, durante décadas, los detalles del siniestro estuvieron rodeados de toda clase de conjeturas, silencios oficiales y versiones contradictorias. Aquella mañana estaban programados dos vuelos hacia la ciudad de Cali: el de la compañía colombiana SACO y el de SCADTA, la empresa alemana que operaba en la región. El avión de SACO, en el que viajaban Gardel y sus acompañantes, estaba a cargo del piloto Ernesto Samper Mendoza. La aeronave de SCADTA, acababa de aterrizar y aguardaba su salida en la precaria pista de ripio sin torre de control ni señalización; las dos empresas formaban parte de los primeros vuelos que comunicaban esas ciudades separadas por altas montañas.

Según el informe, el avión en el que viajaba Gardel con su gente despegó con viento de cola y una maniobra desaconsejada hizo que se desviara hacia fuera de la pista, para impactar con el que esperaba alineado para levanta vuelo. El choque fue brutal: las dos aeronaves estallaron causando la muerte de casi todos los ocupantes. Solo tres personas sobrevivieron con heridas graves y terribles quemaduras.

A partir del horrible accidente, la noticia empezó a difundirse por el mundo y Carlos Gardel, el “Morocho del Abasto” o el “Zorzal Criollo”, como cariñosamente se lo llamaba, se transformó en un mito. Estaba en el punto más alto de su carrera de cantor y actor de cine, y temas como “El día que me quieras”, “Volver” y “Tango Bar”, entonados por su voz incomparable, eran familiares, difundidos y tarareados en distintos países. La ciudad de Medellín, donde había cantado la noche anterior, era solo una escala más de la exitosa gira emprendida por Sudamérica. Si su voz y su figura movilizaban multitudes, celebrar su llegada era el máximo acontecimiento. Sus actuaciones y sus películas convocaban multitudes. Tenía 44 años y la terrible noticia del accidente conmocionó a miles de personas.

¿Qué había pasado? ¿Cuáles fueron las verdaderas razones que desembocaron en esa tragedia? A partir de aquel momento se gestó la gran duda. En especial porque no hubo una investigación penal rigurosa ni se esclarecieron oficialmente las causas. El expediente técnico se mantuvo fuera del alcance público, alimentando especulaciones que durante décadas ocultaron las causas reales. Algunos conjeturaron que hubo negligencia y omisiones; tanto es así que el análisis posterior señaló a Samper, el pionero de la aviación en Colombia y comandante de esa nave, como principal responsable. El avión, al parecer, despegó con el timón de profundidad mal regulado -en posición de “nariz abajo”, como se dice técnicamente- y con viento desfavorable. A esto se sumó la decisión de SCADTA de mantener su aeronave en la cabecera de pista, en lugar de retirarla a un costado más seguro.

Otra investigación interna reveló detalles más alarmantes. El primero apuntaba a que Samper había estado bebiendo esa mañana y no contaba con la licencia habilitante para estar al mando de ese tipo de aeronave, y que tenía como copiloto a un joven de 19 años, sin experiencia ni conocimientos. Otra de las causas es que la carga estaba mal distribuida y superaba el límite admitido. La falta de pericia y el contexto técnico era muy probable que fueran determinantes. Al parecer el inexperto copiloto no ajustó el estabilizador trasero, impidiendo el control direccional del avión al despegar.

En la década de 1970, mi admiración por Carlos Gardel, sumada al interés periodístico, me llevó a Madellín para recabar algunos datos sobre el fatal accidente. Fue poco o casi nada lo que quedaba de la tragedia. Mi trabajo fue publicado en el suplemento dominical del diario La tercera de Santiago de Chile y posteriormente en uno de los hebdomadarios de la editorial Abril de la Argentina. En esos medios di a conocer los informes y mis modestas opiniones sobre el cruento accidente. Transcribo aquellos datos.

Según pude comprobar, un año después de la tragedia, la empresa SCADTA encomendó una investigación que culminó con la publicación de un libro, que no aclaró demasiado e incluye los resultados del sumario judicial. Pero, al parecer, el texto, insólitamente, fue censurado por el gobierno colombiano y se argumentó que su contenido podía afectar intereses diplomáticos y comerciales, ya que Pan American Airways, la empresa estadounidense, tenía participación en ambas compañías involucradas. Fue así que los datos reunidos por el periodismo, junto a los elementos judiciales, quedaron archivados y décadas después, con la aparición del expediente original y documentos filtrados, fue posible reconstruir una parte de aquellos hechos.

Yo llegué hasta donde pude con mi indagación. Los años habían desbaratado la realidad del momento en el que sucedieron. Unas humedecidas carpetas no me revelaron nada nuevo. Debí resignarme y, según creo ahora, el legado de Carlos Gardel solo merece ser recordado menos desde la evidencia histórica que del drama emocional que supone, ya que con su muerte no solo se perdió a un gran ser humano sino también al máximo exponente del tango; un artista innovador, compositor, actor y empresario que se encontraba en la cúspide de su carrera internacional, con contratos firmados en los Estados Unidos y Europa y con muchas películas en proceso y giras planeadas por el mundo.

Fue lamentable desde todo punto de vista. La muerte de Gardel no solo llegó a conmover a millones, sino que interrumpió un momento de expansión cultural y económica sin precedentes para la música rioplatense. A pesar a las décadas que nos separan de ese trágico día, la voz del popular “Zorzal Criollo”, junto a su música y su figura, siguen representando la cultural de millones de personas en todo el mundo.

Como tantas cosas, ese accidente encierra una sola verdad que acaso podemos llamar injusticia o incurable dolor. No por los materiales errores humanos o los intereses en juego, sino porque además nuestro genial y virtuoso artista merecía no terminar de esa forma; pero el destino o vaya uno a saber qué secretas leyes ponen su sello inmodificable. Han pasado 90 años y aquellas circunstancias ya son parte del ayer; sin embargo, su voz y su figura siguen teniendo presencia y conmoviendo a través de las casi mil grabaciones que quedaron en el disco y de su señera figura proyectada a través del cine.

Escuché una vez al gran Vittorio Gassman decir que la máxima expresión del dramatismo en el cine universal era Carlos Gardel cantando en una de sus películas el tango “Sus ojos se cerraron”. Nuestro “Zorzal”, el gran mito del tango y de la Argentina cada día canta mejor, ¡qué duda cabe! ¡Invitó a seguir escuchando su voz y a ver su carismática estampa porteña desde la pantalla! ¡Nunca defrauda! ¡Es único! ¡Es un mito redivivo!

ROBERTO ALIFANO- Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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